Brasil se despide en cuartos del Mundial. Seguramente mucho antes de lo que la mayoría esperaba. Esta vez no recibió un baño como cuatro año antes, pero sí una lección táctica de la Bélgica de Roberto Martínez, que envía a la canarinha a casa con justicia (1-2). El gol en propia puerta de Fernandinho y el chicharrazo de De Bruyne en la primera dejaron en anecdótico el de Renato Augusto, permitiendo así a los diablos rojos ser de nuevo semifinalistas 32 años después.
Ni en sus mejores sueños podía haber imaginado Roberto Martínez que su gran plan ideado se cumpliría a rajatabla. No sólo en la disposición de los jugadores, que alternaban el 3-4-3 habitual durante todo el campeonato con un 4-3-3 en defensa, poniendo en muchas dificultades la creatividad de los brasileños.
La lección de pizarra del entrenador de Balaguer, que suena como futurible para ocupar el banquillo español, sorprendió a propios y extraños; la canarinha la primera al ver que con Fellaini, titular al lado de Witsel, Hazard y De Bruyne se partían el pastel en la zona del falso ‘nueve’, con Lukaku descolgado a una banda para tener el recurso de jugar en largo.
El azar también jugó de parte de los diablos rojos. En dos jugadas a balón parado Brasil pudo avanzarse en los primeros minutos. Thiago Silva, de rebote, se topó con la madera, mientras que Paulinho no llegó a contactar bien un balón cuando lo tenía todo de cara para marcar. Y cuando parecía que el juego aéreo podía ser su talón de Aquiles, se revirtió la situación en el área contraria.
Una salida de un córner terminó con el gafado Fernandinho introduciéndose el balón dentro de su propia meta. Un gol doloroso para los intereses de la verdeamarela, que vio cómo del partido abierto de los primeros minutos se pasó a otro mucho más cerrado, demostrando Bélgica el trabajo que hay detrás estos últimos años para consolidar el anhelado proyecto.
El orden y disciplina de los belgas atrás incomodaba a Brasil, con los plomos apagados en los últimos metros. Solo el disparo lejano de Coutinho servía para desatascar al equipo, pero en Kazán se topó con un Courtois inmenso durante todo el encuentro. Sin huecos, era el único recurso servible.
Las urgencias obligaron a Brasil descuidarse más a atrás, lo que permitía a Bélgica añadir la opción del contragolpe. Y a la primera clara que tuvo, no perdonó. Una conducción fenomenal del poderoso Lukaku terminó con el balón a los pies de De Bruyne y el balón al fondo de la red. Disparo seco y cruzado del jugador del Manchester City para graduarse en el mejor escenario posible como es el Mundial.
Tite no tuvo más remedio que introducir cambios tras el descanso. Firmino dejó en el banquillo a Willian, con Gabriel Jesús más a la banda. Brasil lo intentaba con mucha más determinación, pero Bélgica aguantaba el chaparrón. Marcelo, que volvía después de perderse los dos últimos partidos, empezó a parecer con más peligro. Sin embargo, sus centros potentes desde la banda no encontraron destinatario por centímetros.
Mientrastanto, poco se veía de Neymar, más allá de un piscinazo dentro del área. Tan clamorosa fue la acción que recomendó al árbitro no tirar del VAR para evitar la amarilla. Los brasileños protestaron otra acción, en este caso una entrada de Kompany a Gabriel Jesús que quedó en nada.
La canarinha bajó de revoluciones con el paso de los minutos al ver que sus ocasiones no se concretaban y que Bélgica podía marcar el tercero en una contra. Poco le faltó a Hazard con un disparo que salió lamiendo el poste.
Tite gastó sus últimas balas con Douglas Costa y Renato Augusto, dos jugadores clave; uno por su desequilibrio y otro por su oportunismo. El centrocampista del Beijing Guoan peinó de cabeza dentro de la red un centro medido de Coutinho en su primer contacto con el balón. Él mismo Renato Augusto dispondría instantes después de otra clara ocasión, aunque esta vez su disparo con toda la portería a su favor salió fuera. Coutinho perdonó una contra de oro.
Brasil volvía a estar volcado con Bélgica, que puso más madera en la retaguardia con Vermaelen para amarrar el resultado. Neymar dispuso de la última con una rosca suave que Courtois de nuevo evitó con la yema de los dedos que se convirtiera en gol en el tiempo añadido. Bélgica da el paso adelante que tantas veces se le había pedido.
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