La historia de Silvia Leonor Inga Bermúdez es la de una mujer que enfrentó el dolor y las adversidades con una fortaleza admirable, hasta que la violencia le arrebató la vida.
Hace once años, sufrió la pérdida de su primera hija, una bebé de apenas un mes de nacida que llegó al mundo con una enfermedad congénita. Cinco años después, el mayor de sus cuatro hijos también falleció a los 12 años, víctima de la misma dolencia.
A pesar de esos golpes, Silvia, quien el próximo 3 de octubre habría cumplido 42 años, nunca dejó de luchar. Se aferraba a la vida y al trabajo por sus dos hijos menores: un adolescente de 15 y una niña de 10, quienes eran su motivo de esfuerzo y la razón para levantarse cada día.
Oriunda del cantón Mocache, provincia de Los Ríos, Silvia residía desde hace varios años en el Puerto Principal. Se ganaba la vida como taxista informal, principalmente dentro de una urbanización de la parroquia La Aurora, cantón Daule, donde atendía a residentes que confiaban en su servicio. “Ella no solía hacer carreras afuera, prefería movilizar a los vecinos por seguridad”, relató su hermana Victoria.
Pero la tarde del domingo 14 de septiembre, esa rutina cambió. Según relataron sus familiares, dos hombres le solicitaron una carrera y fue entonces cuando la secuestraron y posteriormente la asesinaron. Los sospechosos fueron detenidos y confesaron su participación en el secuestro y asesinato, según indicó la Policía.

Hallada tres días después
Su cuerpo fue hallado tres días después, la mañana del miércoles 17, en un camino que conduce al Jardín Botánico, en el norte de Guayaquil. Estaba en estado de descomposición, con signos de violencia: impactos de proyectil, manos y pies atados.
El cadáver fue reconocido por su cuñado, quien, a pesar de la condición en la que se encontraba, la identificó por el cabello y las manos. “Mi hermana era una mujer trabajadora, luchadora. Perdió a dos de sus hijos, pero nunca se rindió. Trabajaba como taxista informal para sostener a su casa y a sus pequeños. Hace cerca de una década se convirtió en testigo de Jehová, siempre con fe y esperanza”, contó Victoria, entre lágrimas.
Silvia era la cuarta de seis hermanos y la menor de las mujeres. Aunque su familia no era originaria de Guayaquil, ella había hecho su vida en la ciudad. Conducía un vehículo Hyundai azul de placas GQQ-666, regalo de su expareja y padre de sus tres hijos mayores, con el cual podía movilizar a su familia y atender sus responsabilidades.
“Ese carro lo usaba sobre todo para llevar a su hijo mayor a los chequeos médicos. Aprendió a manejar para ayudar en su casa. No era un vehículo nuevo, pero para ella era fundamental. No entendemos por qué no solo se llevaron el carro, sino que también la mataron”, lamentó su hermana.
El velorio se realizó en una de las salas de velación del parque de la Paz, en la Alborada donde sus seres queridos despidieron sus restos la tarde del jueves 18. “Pedimos justicia, que no dejen en libertad a los asesinos. Ellos confesaron el crimen”, clamó la madre de Silvia, con la voz entrecortada.

Confesaron crimen y dónde la dejaron
De acuerdo con información policial, uno de los detenidos, Pedro Palacios, habría confesado ante los agentes su participación en el crimen. Incluso reveló: “Le di dos tiros y la boté”, además de proporcionar la ubicación donde se encontraría el cuerpo de la víctima.
Luego de la audiencia de formulación de cargos, una jueza dictó prisión preventiva en contra de Palacios, de 19 años, y un adolescente, de 17, sospechosos del secuestro y asesinato de la taxista informal.
En su testimonio, Palacios relató que el secuestro ocurrió en el sector de Montebello, donde, haciéndose pasar por pasajeros, interceptaron el vehículo conducido por Silvia y que bajo amenazas con un arma de fuego, la obligaron a ceder el volante y la trasladaron hasta el sector del Jardín Botánico, en el norte de Guayaquil.
Allí la empujaron hacia un barranco y luego le dispararon. La primera búsqueda no tuvo éxito por la oscuridad del sector, pero al día siguiente, agentes de la Dinased, lograron localizar el cuerpo entre los matorrales.
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