Por: Jonathan Gines | Entre amorfinos, versos, décimas, guitarras, marimbas, flautas y tambores, se tejen redes poderosas que entrelazan hilos resistentes, capaces de sostener el telón y los tablones donde se despliega la esencia misma de las expresiones culturales y artísticas que habitan en el alma de nuestros pueblos afros y montuvios que mantuvieron un encuentro en Calceta, los días 8, 9 y 10 de noviembre del presente año.
Como las fibras de la paja toquilla, la mocora y el algodón de ceibo, que crecen en silencio bajo el sol, la brisa y el viento, hasta que llega el momento propicio para extraer las hebras más fuertes, con las que se tejen sombreros, petates, redes y vestidos, así de fuertes y resistentes son las ganas que empujan y mantienen al Festival Afro-Montuvio, que en esta edición llevó como temática «El Tejido».
Alexandra y Rafael, hechos de esa misma fibra, son las hebras que tejen y sostienen este encuentro, y junto a ellos, muchos otros hilos hacen que el festival resista, incluso ante las adversidades del tiempo. Las formas que componen los tejidos que hacen parte de esta actividad conservan la memoria de nuestros ancestros y llevan consigo los sonidos de la tierra, el agua, el fuego y el viento. Todos estos elementos llaman a nuestros sentidos y mueven las fibras más profundas del ser hasta hacernos entender qué somos y de dónde venimos.
La dulce melodía del rio que atraviesa el lugar compone una armonía que se fusiona con el trinar de las aves, los canticos, versos y risas de los que espectan la escena iluminada por el sol, la luna y las estrellas nos invita, a los que somos de acá y a los que nos visitan de otras partes del mundo, a desconectarnos del consumismo y a reconectarnos con nuestras raíces, hasta hacernos parte de esas fibras que entretejen el telón, que se abre con energía y pasión, revelando las historias que se cuentan a través de sonidos, gestos y palabras.
Esta es la octava edición del festival, y una comunidad diversa va creciendo y empoderándose de este espacio, vibrando en sincronía con el espíritu que mueve los hilos en cada escena que convoca a negros y montuvios. Muchos hablarán de esta experiencia y esperarán ansiosos su regreso; otros querrán vivirla por primera vez, una experiencia que, sin duda, será única.
Finalmente, debo destacar el esfuerzo y la perseverancia de quienes lideran esta actividad, porque «Resistir desde el arte y fomentar la cultura es una lucha silenciosa pero esencial, donde solo aquellos que comprenden el poder transformador de la creación y la memoria colectiva se atreven a perseverar. Es en la persistencia del arte donde las raíces de la identidad se afirman y florecen, desafiando el olvido y la indiferencia”. Ale y Rafi, lo que se está logrando aquí merece admiración y respeto.