La expresión “No hay alternativa“ es un eslogan popularizado por Margaret Thatcher en la década de 1980. Durante sus 11 años como Primer Ministro del Reino Unido, la “Dama de Hierro” utilizó con frecuencia dicha frase con el ánimo de enmarcar al capitalismo como la única fórmula de gobierno viable y exitosa, especialmente, en contraste con su antítesis “el socialismo” abanderado por los países del bloque comunista liderados por la ex Unión Soviética.
Desde entonces, una multitud de políticos, pensadores, y seguidores de diversas ideologías han usado (y abusado) aquella expresión para retratar la existencia de un ecosistema en el que sólo se puede prosperar bajo la aplicación de sus ideas y métodos. Hacer lo contrario, en su omnímodo criterio, implica suscribir un pacto con el mismísimo demonio, conduciendo el vehículo gubernamental al precipicio del fracaso.
La radicalidad de aquella dicotomía, se recrea en el escenario electoral actual. En la recta final de la pelea por la Presidencia de la República, únicamente asoman dos titanes con aspiraciones de triunfar. Los fanáticos de ambos bandos, que aparentemente representan a la mayoría de la población, se encuentran poseídos por un frenesí irresistible. Cada uno se siente como dueños indiscutibles de la fórmula mágica que nos catapultará a saborear la abundancia del primer mundo.
Vestidos con colores distintos, bailando al ritmo de moda, en vehículos cubiertos por el rostro de sus ídolos avanzan en caravanas por calles, pueblos y caseríos. Simulando a hordas tribales, los simpatizantes merodean sin cesar en una cacería de votos que llamamos elecciones. La búsqueda es intensa y complicada, a estas alturas, ya la mayoría ha tomado una decisión. Los indecisos de última hora escasean, pues en esta sociedad polarizada, no hay margen para la reflexión o la disidencia civil. “Estás con nosotros, o con ellos. No hay alternativa”, dicen con firmeza los fanáticos.
Pobre del que se atreva a expresar a estos soldaditos de bolsillo su simpatía por otra opción, por otra alternativa. Es como si la maquina se les trabara. Se quedan en blanco unos segundos, hasta reiniciar el sistema operativo unicelular de su “inteligencia electoral”. Momentos después, reaccionan. Te miran con desprecio y responden con la única frase que están autorizados a emitir en su doctrina del voto útil: -No desperdicies el voto- ergo, no seas un inútil.
Así vivimos estas últimas horas de una campaña monopolizada por un monstruo de dos cabezas, una tiranía que nos arrincona a escoger entre Guatemala y Guatepeor, no hay alternativa!