Este lunes 23 de junio, alrededor de las 14h30, un grupo de turistas que realizaba un recorrido hacia la Isla de la Plata, en el Parque Nacional Machalilla, fue testigo de un hecho sin precedentes, el avistamiento de una ballena jorobada albina.
La observación se produjo en el sector conocido como Punta Escalera, al norte del parque, durante una actividad de snorkel y avistamiento de cetáceos que había partido desde Puerto López.

En entrevista con Vistazo, Silvano Quimiz, guía naturalista del parque y responsable del grupo, contó que el tour transcurría con normalidad hasta que avistaron un grupo de al menos ocho ballenas jorobadas en plena actividad de cortejo, un comportamiento típico en estas aguas durante la temporada de reproducción.
Fue en ese momento cuando un miembro de la tripulación notó algo inusual: una figura blanca en el agua que llamó de inmediato su atención, en ese momento el marinero de la tripulación llamó a Silvano diciéndole, «¡una ballena blanca!, ¡una ballena blanca!».
“Cuando la vi por primera vez no podía creerlo. Era como un sueño. Le dije a los turistas que estábamos presenciando un momento histórico para el parque”, expresó emocionado .
La ballena, completamente blanca, emergió varias veces, lo que permitió a los presentes observar su morfología y la característica cola, cuya forma y marcas permiten la identificación individual de cada ejemplar.
Para el guía, el momento fue aún más especial: lo describió como su “lifer”, un término utilizado en el mundo del naturalismo para referirse al avistamiento de una especie que se ha soñado ver durante toda una vida.

Lo que se sabe de las ballenas albinas
Según registros internacionales, solo se conocen dos ballenas jorobadas albinas en el mundo: una en Australia y, ahora, esta recientemente avistada en aguas ecuatorianas.
Este tipo de hallazgos no solo marcan un hito para la investigación científica, sino que también reafirman la importancia del Parque Nacional Machalilla como un punto clave para la biodiversidad marina.
Las ballenas jorobadas llegan cada año al país entre junio y septiembre para aparearse y dar a luz, convirtiendo a las costas ecuatorianas en una de las zonas de reproducción más importantes del Pacífico Sur.