Brasil terminó de despedirse este lunes de los diez jóvenes víctimas del incendio que devoró el viernes un centro de entrenamiento del club de fútbol Flamengo en Río de Janeiro, con la sepultura de los últimos atletas que murieron en la tragedia.
Entre muestras de cariño y solidaridad, fueron enterrados este lunes los últimos cinco atletas muertos por el siniestro, que tenían entre 14 y 16 años y jugaban en las divisiones inferiores del Flamengo.
El cuerpo de Samuel Thomas Rosa, de 15 años, quien jugaba como lateral derecho y que llegó a ser subcampeón de la Copa Votorantim y campeón de la Copa Nike, fue enterrado este lunes en el cementerio Vila Rosali, en Río de Janeiro.
Entre la conmoción y el dolor de la ceremonia se vieron muestras de solidaridad por parte de la sociedad brasileña y de la hinchada flamenguista. Mientras familiares y amigos de la víctima le daban el último adiós al joven Thomas, una hinchada del Flamengo se reunió a las puertas del cementerio para mostrar su apoyo con las víctimas.
La afición coreó el nombre de los diez fallecidos y cantó el himno del Flamengo para honrar el recuerdo de los jóvenes y exhibir el cariño de los seguidores.
Algunos de los asistentes al entierro vestían camisetas con la fotografía del joven acompañada del mensaje «quien inventó la distancia nunca sintió el dolor de una nostalgia» y «donde quiera que estés, te voy a llevar siempre». Además del joven Thomas fueron enterrados en diferentes regiones del país los cuerpos de otras cuatro promesas del fútbol que fallecieron en la tragedia y que se suman a los otro cinco muchachos sepultados durante el fin de semana.
Jorge Eduardo Santos, de 15 anos, fue enterrado en el municipio de Além Paraíba, en el estado de Minas Gerais; Áthila Souza Paixo, de 14 años, en la localidad de Lagarto, en Sergipe; y Rykelmo de Souza Viana, de 16 anos, y Gedson dos Santos, 14 anos, fueron sepultados en la industrializada ciudad de Sao Paulo.
El trágico incendió que golpeó el corazón del Flamengo, el club de fútbol más popular de Brasil, conmocionó a toda la sociedad brasileña, que todavía lloraba a las víctimas de la tragedia de Brumandinho o de la tempestad que arreció a la capital fluminense. (El Comercio)