Es mundialmente conocido como ‘Panama Hat’ o, en español, ‘Sombrero Panamá’. Sin embargo, el sombrero no es panameño, sino 100 % hecho en Ecuador. La historia de su origen y el nombre siguen teniendo varias versiones a la fecha.
El sombrero se hace a base de ‘paja toquilla’, un material que proviene de una palmera, cuyo nombre científico es ‘carludovica palmata’. La planta se cultiva en la costa ecuatoriana, principalmente en la provincia de Manabí, explica Juan José Paredes, del Museo del Sombrero de Cuenca, que exhibe, cuenta la historia y comercializa el producto.
Angélica Molina, gerente de Homero Ortega, una empresa familiar situada en Cuenca que produce los ‘Panama Hat’ desde hace más de 100 años, precisa que la paja toquilla «es una fibra natural que pertenece a la familia ciclantáceos» y es una planta endémica de Ecuador.
Explica que esa fibra, en su estado natural es verde, pero se realiza un proceso en el que cambia su tonalidad a lo que se conoce como «color natural» o «crudo», a partir del cual se realiza el tejido, que se hace a mano hasta el día de hoy.
¿Desde cuándo la paja toquilla se hizo sombrero?
Kleyder Pachay, presidente de la Unión de Tejedores de Sombrero de Paja Toquilla de Montecristi, cuya familia ha estado involucrada en el arte del tejido de la paja toquilla desde hace cuatro generaciones y comercializan en su local Artesanías Montecristi, dice que según los datos históricos que manejan los primeros sombreros se hicieron en Jipijapa, al sur de la provincia costera de Manabí; pero ellos dejaron la labor para dedicarse al café. Su posta la tomó la gente de Montecristi, que la cultiva hasta la fecha.
Molina, por su parte, dice que este sombrero «tiene hondas raíces ancestrales». Explica que los nativos de la costa ecuatoriana «utilizaban en su tiempo, una ‘toca’ similar a ‘alas de vampiro’, hechas en un material ligero y fresco, para protegerse del sol». Pero al llegar los españoles «percibieron que sería ideal hacer sombreros a la usanza occidental con este material y técnica de tejido», y con ello nació el sombrero de paja toquilla, «convirtiéndose en un producto único, fruto del encuentro de dos culturas«.
Una versión similar es la que tiene Paredes, quien señala, que luego que se extendiera el uso del sombrero en la costa, se llevó a otros lugares del país, como Cuenca, donde llegó «como industria» aproximadamente en 1810. Justamente en ese siglo hubo el «boom toquillero». Según el Ministerio de Turismo de Ecuador, en la década de 1850 la exportación de paja toquilla superó al cacao y un poco después se exportaron hasta 500.000 sombreros.
Hoy, de acuerdo a la cartera ministerial, se conserva la tradición del tejido de la paja toquilla en unas 20 poblaciones de la provincia de Manabí, en 16 de Azuay, en siete de Cañar y en tres de Santa Elena.
En esas poblaciones se hacen los primeros dos pasos de la producción: el de la siembra y cultivo de la materia prima; y el del tejido del sombrero. El tercer paso, donde están Artesanías Montecristi, Homero Ortega y el Museo del Sombrero es el de convertir esa prenda en la obra que se comercializa a nivel internacional. «Aquí hacemos el proceso de blichado, es decir, cambiar de colores, prensar el sombrero, darle una forma, darle una talla, los detalles finales», en definitiva, «pasar del sombrero con las pajitas colgando a algo muy lindo que te puedas poner en la cabeza», explican.
¿Por qué se llama ‘Panama Hat’ y no ‘Ecuador Hat’?
La versión más extendida del nombre tiene que ver con la construcción del Canal de Panamá y es la que sostiene Molina. Esa obra —cuenta— «provocó una gran demanda del sombrero de paja toquilla», se convirtió en un elemento «imprescindible» en la vestimenta de los trabajadores, gracias a «las cualidades de esta fibra: ligereza y frescura», para protegerse del sol caribeño. «Desde Panamá el sombrero se internacionalizó y la gente empezó a denominarlo ‘Panama Hat’, sin saber que el sombrero era realmente ecuatoriano».
Pachay maneja dos versiones, una parecida a la de Molina, pero se remonta a la visita del entonces presidente de EE.UU. Theodore Roosevelt a Panamá, cuando fue a supervisar la obra del canal, en 1906. «Las autoridades optaron por regalar un sombrero a todos los invitados de este magno evento», explica. Cuando estas personas regresaron a su país de origen, no supieron que contestar al ser consultados por el sombrero, por lo que «manifestaron que se los habían regalado en Panamá».
La otra versión, menos extendida, es de incluso antes del nacimiento de Roosevelt, cuando la fiebre del oro de California (1848-1855). La gente «compraba los sombreros en Panamá», dice Pachay, a comerciantes ecuatorianos que los llevaron hasta el istmo.
La batalla por el nombre
«La batalla contra el nombre ‘Panama Hat’ ha sido una constante porque es un nombre que se hizo famoso en el mundo entero», dice Paredes, quien señala que recién hace entre 20 y 30 años comenzó la lucha para un cambio, que considera difícil de conseguir.
Tanto Paredes, como Pachay y Molina coinciden en que el trabajo que se ha hecho, más que en busca de cambiar el nombre, ha estado encaminado a dar a conocer su denominación de origen.
En 2002, la Unión de Tejedores de Sombrero de Paja Toquilla de Montecristi, que preside Pachay, pidió al Estado ecuatoriano hacer las gestiones ante los organismos internacionales para que se reconociera al país como el fabricante de la prenda.
En 2012, Ecuador logró que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) incluyera en el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad al tejido tradicional del sombrero de paja toquilla ecuatoriano, lo que permitió reivindicar que el sombrero es hecho en este país. Como dice Paredes: Independientemente del nombre, «si es hecho de paja toquilla, si es tejido a mano, es un producto nuestro«.
Desde Homero Ortega también mantienen una campaña constante para reivindicar que «‘Panama Hat’ es realmente un sombrero 100 % hecho a mano en Ecuador», dice Molina. Esto es incluido en su material publicitario y en las redes sociales, donde usan el hashtag #Ecuadorhat. «El error histórico del ‘Panama Hat’ está tan difundido, que hay que usarlo para hacerles conocer que en realidad es un ‘Ecuador Hat’, y enmendar este error».
Diferencia abismal de precios
Los precios en Ecuador de los sombreros oscilan entre los 25 y los 2.500 dólares. Hay una explicación clara para esa abismal diferencia.
Paredes explica que se debe a la finura del tejido, la cual se mide en grados, a mayor finura mayor es el grado, y mayor su valor comercial; de ello depende el tiempo que toma hacer la prenda: «Un sombrero de calidad básica tomará un día o dos hacerlo», mientras que uno de los más caros, que son denominados «súper finos», «puede tomar meses en ser tejido», hasta unos seis meses, dice, por su parte, Molina.
La gerente de Homero Ortega añade que otros factores que determinan el precio son «la calidad del proceso de producción, el cumplimiento de la normativa legal del país, la innovación y desarrollo del producto, así como el diseño».
Producto de exportación
Los sombreros de paja toquilla de Ecuador se exportan principalmente a Italia (31%), Francia, España, Reino Unido (9,1%), EE.UU. (20,5%) y el 39,4% restante va a otros países como Brasil, Argentina, y Japón, según datos de la Agencia de Promoción Regional de Inversiones de Manabí.
Pachay dice que desde Montecristi exportan sus sombreros a Suiza, Francia, Italia, China, Austria y EE.UU. Además, regularmente llegan muchos extranjeros hasta su tienda a adquirir la prenda.
Lo mismo sucede en Homero Ortega, que vende al exterior, a todos los continentes, tanto al mayor como por unidades. Sus mayores compradores son de Italia y Alemania.
Paredes saca una conclusión más matemática. Dice que el Museo del Sombrero, en la calle Larga de Cuenca, recibe aproximadamente 40.000 personas al año, de 50 países diferentes. Con ello deduce que tienen presencia en todos esos países, no con una exportación industrial, pero si a través de las personas que adquirieron el sombrero en su tienda. (Agencia RT)