Promueven el consumo de café en Bolívar, Manabí

El molino de manivela despide aquel aroma característico que dio a Jipijapa el título de Sultana del café.

Bolívar Mendoza Tobar, de 60 años, muele grano a grano el café, pero de su experiencia en el oficio palpa una realidad algo alarmante. Según él, hay poca cultura de consumo de café molido en las presentes y futuras generaciones.

Bolívar comenta que luego de trabajar más de 22 años en una empresa exportadora de café como calificador del grano, lo despidieron y así que buscó una alternativa para llevar el pan a su hogar, donde siete hijos se encontraban estudiando en escuelas de Jipijapa.

Dice que los primeros meses del 2000 fueron duros, que no lograba hacer que calara su café molido en hogares de Manta, Portoviejo y Guayaquil.

“Yo iba a vender, golpeaba las puertas de las casas y nadie me paraba bola, era como buscar una aguja en el pajar y noté que se había perdido esta hermosa tradición de tomar café de pasar, incluso en Jipijapa, era inadmisible que en la llamada Sultana del café no existiera la cultura de consumo”, expone.

Lejos de abatirse por esa realidad, Bolívar cambió de estrategia comercial e impulsó la exposición de la molienda y expendio de café durante ferias turísticas y aquello lo hizo recorrer el Ecuador. A él se lo encuentra siempre luciendo un sombrero de paja.

Su producto ha podido ser degustado en tres regiones del país (le falta la Insular).

Él promueve la fortaleza del montuvio manabita con la marca Café Bolívar.

Reencuentro manabita

El hombre menciona como anécdota que cuando viajó a Tena, capital de Napo, ubicó su estand e inmediatamente comenzó a moler café, un aroma que hizo que muchos se acercaran por curiosidad.

Agrega que entre los observadores estaba un hombre, que según Mendoza tenía 65 años y que de forma imprevista comenzó a llorar. “Le pregunté ¿por qué llora hombre?, y él me respondió: ‘Es que hace ocho años que no voy a Manabí, soy de San Isidro (cantón Sucre), y usted me vino a hacer acuerdo con su vestimenta de montuvio y su café a la tierra que me vio nacer’”, manifiesta.

Ese episodio es de los que le alegran y que lo impulsan a seguir recorriendo el país.

“A más del producto llevamos la identidad de nuestra provincia”, declara el hombre, que vende bolsas de una libra de café molido, a $ 5.

Su agenda de actividades promocionales es muy fructífera, como también lo ha sido el impulsar una finca de café orgánico en su natal Jipijapa, y también el hecho de que sus siete hijos se convirtieron en tres ingenieros, dos economistas, un médico y una licenciada en Enfermería.

“Ese es mi mejor tesoro que tengo a mis espaldas. Quizás Café Bolívar no tiene plata en los bolsillos, pero el legado que queda con mis hijos y con nuevos emprendimientos de este negocio que surgieron tras mi decisión de salir a las calles es lo mejor que queda en mi memoria”, reflexiona el comerciante manabita.

Ahora su costumbre de moler café no cesa, como tampoco el aroma que invade los espacios donde demuestra que un producto también es la imagen de una provincia tesonera como Manabí.

«(En Tena) le pregunté a un hombre por qué lloraba. Respondió: ‘Es que hace 8 años que no voy a Manabí, soy de San Isidro, y usted me vino a hacer acuerdo con su vestimenta de montuvio y su café'», Bolívar Mendoza,comerciante de café. (El Universo)

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