Sábado, ocho de la mañana. En el culto, los fieles, de pie levantan sus manos y le cantan a Dios. Eufóricos. Frente a ellos, en una tela gigante que se despliega sobre un escenario, se proyectan mensajes bíblicos. La palabra de Dios. Las alabanzas atraviesan las paredes… llegan a la calle Guayaquil, en el Centro Histórico de Quito. Los seguidores de la iglesia Universal sienten allí la presencia de Cristo. Y han llegado para escuchar las enseñanzas del pastor.
Quince años atrás (en el mismo lugar), los hombres se acomodaban en las butacas que hay en la sala. Afuera, un letrero anunciaba dos películas en sesión continua. Dentro, los caballeros escondían su rostro con el periódico. No hablaban. Algunos se escabullían en las esquinas. Invisibles. Pero no dejaban de mirar, ni un segundo, la pantalla… Estaban en el cine Hollywood y allí se proyectaban, en una tela gigante que se despliega sobre un escenario, películas pornográficas.
Que la iglesia se haya instalado en donde, hace no mucho, fue un cine porno, genera reacciones. No para el pastor Marcos Souza, uno de los dos líderes de este templo cristiano. Nacido en Río de Janeiro (Brasil), llegó a Ecuador a predicar la palabra de Dios. Y el templo en el que lo hacía se mudó a las calles Guayaquil y Espejo. A un lugar más amplio.
– ¿Pensaron que este lugar era utilizado para proyectar porno?
– “Era un sitio por donde nadie quería pasar cerca (…) nosotros apartamos este lugar para Dios”, responde.
“Consagraron” el templo para que las “personas reciban una vida nueva”… Y hoy, a un sitio de 15 metros de ancho y 20 de profundidad, en el que se vendía la ilusión del sexo, lo presentan como la ‘Casa de Dios’. No hay porno. Hay testimonios de personas que han sido transformadas.
Souza deja algo claro: “No es criticar a las personas que venían antes (al cine porno), la idea es ayudar a esa gente”. Sentado en la primera fila, cuenta que unas 400 personas llegan a los cultos. Los hay todos los días. Dice que la iglesia tiene 42 años en el mundo, que no es posible tomar fotografías; que allí permanecerán el tiempo que sea necesario…
En 2017, el cine Hollywood apareció en venta en la web. Una familia quiteña, amante del Centro Histórico y el arte, se interesó en la infraestructura. Hasta esa fecha había porno de 08:00 a 18:00. Dos dólares la entrada.
Era lúgubre. Olía a cigarrillo. Y la familia temía que la estructura fuera de adobe. Pero no. Era de cemento, hormigón y varillas de hierro. Raro para las construcciones de la época. Con esa información, lo adquirieron.
El Hollywood fue construido en los años 50. Dice el actual dueño, quien prefiere mantener su anonimato, que esta obra está atribuida a unos empresarios guayaquileños. Muy popular, la gente hacía largas filas para ingresar. Pero en los 70, el cine perdió fuerza. Intentaron levantarlo con el teatro. Y hay evidencia de ello. Durante las refacciones, encontraron volantes con publicidad de shows traídos de Francia como el Can Can, bailarinas exóticas. Todo para adultos. En los 80 y 90 se fue “degradando”. Hasta convertirse en un cine porno.
Durante 30 años, el lugar fue arrendado para mostrar sexo. Los consumidores, adultos mayores. En los últimos años, las mujeres ya no podían ingresar.
Cuenta el dueño que “el teatro estaba en una condición bastante deplorable”, afirma hoy desde una obra restaurada. En el quinto piso, donde da la entrevista, no queda ni rastro de lo que fue. Dice que allí funcionaba la sala de censura, donde se verificaban las cintas que se iban a proyectar.
La pornografía nunca fue del gusto de la familia. Y si hubo algún reparo en comprar la propiedad aún sabiendo lo que allí se proyectaba, lo responde el dueño con esta frase: “No tuvimos demasiado problema; las cosas que se han dado en el centro han sido de paso”. Tuvo su época dorada. Y eso hizo que se fijaran en la propiedad capitalina.
Su objetivo es darle un nuevo toque. Y lo están consiguiendo. Un giro de 180 grados, arrendando el sitio a una iglesia cristiana…
En los libros de la historia de Quito, el cine es un referente. Un punto de ubicación. Muchos han escuchado hablar de él. Muchos han ido. Pero pocos se atreven a contarlo. No es el caso de Eduardo (nombre protegido), un sexagenario que hace quince años, lo visitaba. Recuerda que todos se manejaban con cautela, excepto algunos que buscaban una experiencia sexual con alguien de su mismo sexo como “resultado de la carga de excitación que proyectaban las imágenes”. Iban al baño. El lenguaje de las miradas y el impulso de la ansiedad prevalecían, concluye. Algo que no podrán olvidar tan fácilmente.
Antes de la ‘consagración’
El pecado y la sexualidad
¿Existe alguna conexión entre la idea del pecado sobre la sexualidad y la necesidad de exculparla? Mario Andrade-Vera, psicoterapeuta, se refiere a la explicación etimológica del término “pornografía”. Esta se deriva del griego pome, que significa prostitución y de grafos que significa “descripción”. En este sentido, la pornografía sería la descripción de la prostitución. Otros autores amplían la definición y la conciben como “la exhibición auditiva, visual y táctil de contenidos sexuales, cuya intención es despertar excitación sexual”.
Señala que la pornografía está condenada al plano del rechazo por ir en contra de los valores sociales y religiosos. En este sentido, la mente busca mecanismos para negar la percepción de rechazo o adopta comportamientos que tienden a aliviar el peso de la carga, sin que esto signifique que la persona renuncia a la experiencia de su naturaleza humana, que incluye la vivencia de su sexualidad. (Expreso)