El turismo masivo no tiene lugar en la nueva normalidad pospandemia. Así que llegó la hora de detener aquellos hábitos viajeros que, feriado tras feriado, solían encerrarnos en una rutina repetitiva sobre las playas más visitadas del país.
¿Multitudes? Ya no más. Una decisión inteligente y saludable debería llevarnos a balnearios mucho más íntimos y relajados que son parte de una lista de recomendaciones –en la Costa y en la Sierra– de lugares poco conocidos, totalmente alejados de las muchedumbres, pero que son portadores de elementos mágicos que podrían convertirlos en sus próximos destinos favoritos.
En las playas
Isla Puná. Pensar en balnearios me lleva irremediablemente a evocar los paisajes de la cara oeste de la isla Puná. Maneje hasta el muelle de Posorja y alquile una lancha que puede depositarlo en la comuna Cauchiche, sitio donde incluso he acampado sobre la arena tibia y bajo las palmeras de cocos. Son kilómetros y kilómetros de playa compartidos por las comunas Bellavista y Estero de Boca, que generalmente solo son pisoteados por simpáticas manadas de chivos o de chanchos que escarban en la arena buscando crustáceos como sabroso piqueo.
Las playas de la cara oeste de Puná son hermosas y casi desiertas. Foto: Moisés Pinchevsky.
Vaya con una bicicleta y pedalee sobre la arena húmeda hacia el sur, rumbo a la comuna Subida Alta, cuyo paisaje playero puede competir como uno de los mejores de país. ¡Y pasa mayormente solitario! Si quiere sorprender a alguien especial planee esa visita que incluye un atractivo mirador sobre un pequeño acantilado y rústicos comedores elevados con vista al mar.
Provincia de Santa Elena. Suelo iniciar cada año realizando un recorrido por la zona costera de las provincias de Santa Elena y Manabí buscando novedades que ameriten temas periodísticos para la temporada vacacional. En esos recorridos, que emprendo en cualquier día de enero, prefiero detenerme en aquellos lugares menos transitados donde he encontrado una experiencia distinta. Por ejemplo, las playas más amplias, limpias y desoladas: Palmar y San José; la vivencia más extrema: parapente en San Pedro; la mejor comida frente al mar: Ayangue (comedor Panchita); el mejor paseo guiado por el bosque: comuna Dos Mangas (con sus cascadas y pequeñas piscinas naturales); el mejor estero para un chapuzón refrescante: zona norte de Manglaralto.
La ruta de Dos Mangas puede ser realizada a pie o a caballo. Foto: Víctor Álvarez.
Cascadas del cerro de Hayas. Me sorprende que este destino de naturaleza no sea tan conocido en Guayaquil. Queda a solo una hora de distancia yendo por la carretera que apunta a Machala, pasando Naranjal. El desvío hacia un camino de segundo orden lleva hacia el parqueadero donde los guías esperan para emprender la caminata por el cerro. Es una visita para toda la familia hasta las primeras cascadas, pero el trayecto va complicándose (y generando más emoción) porque comienzan a asomarse laderas que requieren ascender por cuerdas ya instaladas por la comunidad. Cada una de las nueve cascadas brinda una oportunidad para el chapuzón refrescante ya que vienen acompañadas de piscinas naturales. Resulta necesario saber nadar y manejarse con precaución. El contacto para informes y reservas es Miguel Tigre, 099-555-1573. Atienden todos los días de 08:00 a 14:30, hora de ingreso del último grupo.
Las cascadas del cerro de Hayas atraen paseos de jóvenes y familias. Foto: Moisés Pinchevsky.
Provincia de Manabí. Estos recomendados comienzan desde la misma frontera con Santa Elena. La zona de los cinco cerros, tramo de la carretera al ingresar a Manabí, tiene un desvío hacia la pequeña comuna de La Rinconada, que se luce bellamente encaramada sobre un acantilado para regalar paisajes y vender comida a base de mariscos. Más adelante en la carretera espera la comuna de Ayampe, dueña de un saludable bosque para avituristas, acogedores hosterías, rústicas cafeterías y con amplias playas casi desiertas. También me impacta Las Tunas por su tranquilidad, que se respira en cada pequeño negocio que atiende a los visitantes.
Más al norte descansa la amplísima playa desolada de El Matal, próxima a Jama, que tiene una especial relación con la marea, ya que cada vez que se retrae entrega sobre la arena pequeñas lagunas de paz absoluta. Un pueblo de pescadores acompaña a este balneario aún no hallado por el turismo masivo, felizmente.
En los Andes
Ruta del Inca. El día en que el turismo ecuatoriano aproveche el potencial del tramo de la Ruta del Inca, entre Achupallas (Chimborazo) e Ingapirca (Cañar), nuestro país habrá dado un paso importante en su propósito de convertirse en una potencia del turismo de aventura. Es una experiencia de tres días de caminata y dos noches de campamento en el páramo que concluye con las vistas de las ruinas de Ingapirca. Obligado ir acompañado de un guía que puede conseguirse con anticipación en Achupallas. Esta aventura requiere mucha planificación.
Cotopaxi y Chimborazo. Todo ecuatoriano debería conocer los refugios de estos dos volcanes que, con la debida planificación, pueden ser los puntos de partida de descensos en bicicleta de montaña a través del paisaje helado. Operadoras de Quito como Biking Dutchman (099-429-5349) brindan esta experiencia. Pero si prefiere permanecer sobre sus dos piernas recomiendo la exigente caminata –de una hora aproximadamente– desde el primer refugio del Chimborazo, llamado Hermanos Carrel (4.850 msnm), hasta el segundo, denominado Whymper (5.006 msnm). Ambos son los refugios estrella del Chimborazo. Vaya bien abrigado y aclimatado.
Lago San Pablo. Mi gran revancha pendiente en la provincia de Imbabura deberá llevarme de regreso al lago San Pablo, junto a Otavalo, para intentar nuevamente realizar esquí acuático sobre ese fantástico espejo de agua helada. Me fue imposible sostenerme de pie sobre la tabla de wakeboard cuando lo intenté hace cuatro años, ya que siempre terminaba en el agua cuando el bote comenzaba a halar la cuerda que me tocaba sostener con las manos. Sin embargo, lo recomiendo plenamente. El servicio es brindado por la hostería Cabañas del Lago (06-291-8001), en la orilla noreste.
La hostería Milliguayco es la “hueca” precisa en Pallatanga. Foto: Moisés Pinchevsky.
Pallatanga. Siempre hago esta recomendación. Aire puro, paisajes montañosos y una apacible neblina que se asoma a lo lejos en los atardeceres del cantón de la eterna primavera. Esta fórmula reposa a dos horas y media por carretera desde Guayaquil, en la hacienda Milliguayco (099-102-3155), donde los turistas pueden pasear a caballo por senderos agrestes, bosques primarios y secundarios, y otros sitios repletos de naturaleza. Posee restaurante-bar y pabellones con habitaciones, todo de primera. (El Universo)