Me voy a trabajar y de ahí paso cobrando el arriendo”, fueron las últimas palabras que Édgar Alejandro Cabrera Reyes le dijo a su esposa Valeria Arízaga Beltrán, el 13 de noviembre, cuando lo vieron por última vez en el cantón Pasaje, El Oro.
La noche del viernes 17, olores nauseabundos salían del domicilio de la hermana de Cabrera. Él se encargaba de cobrar el arriendo.
Arízaga denunció el hecho a la Fiscalía y policías allanaron la vivienda.
En el patio de la misma encontraron enterrado el cadáver de Cabrera. La única persona que se encontraba en la vivienda era Manuel Alejandro García, quien fue detenido para las investigaciones correspondientes. “Yo no lo maté”, era lo único que mencionaba el aprehendido a la policía.
El coronel Telmo Betancourt, dijo que se iniciaron las investigaciones para dar con el paradero de los otros inquilinos.
El cadáver estaba en estado de descomposición, por lo que no se sabe si lo asesinaron con disparo o golpes, por ello, una vez que realizaron las diligencias del levantamiento, el cuerpo fue llevado al Centro Forense.
“Edgar no eres tú, suéltenme y déjenme verlo, te amo, no te vayas”, eran los gritos desgarradores de la conviviente, que necesitó apoyo de sus demás seres queridos para contenerla, pues quería acercarse a abrazar a Cabrera.