ATENCIÓN | A 9 años del terremoto en Manabí: cicatrices visibles y heridas que aún no sanan

Hoy se cumplen nueve años del devastador terremoto de magnitud 7.8 que sacudió la costa ecuatoriana el 16 de abril de 2016. El epicentro, ubicado entre las localidades de Pedernales y Cojimíes, dejó una profunda herida en la provincia de Manabí, cobrando la vida de más de 670 personas y dejando a miles sin hogar.
La tragedia marcó un antes y un después para el país. En ciudades como Manta, Portoviejo y Pedernales, los edificios colapsaron en segundos. Familias completas quedaron atrapadas bajo los escombros y comunidades enteras desaparecieron o quedaron gravemente dañadas. Las primeras horas fueron caóticas: redes colapsadas, hospitales desbordados y una desesperada búsqueda de sobrevivientes.
Reconstrucción a medias
A lo largo de los años, el gobierno ecuatoriano, junto a organismos internacionales y la sociedad civil, emprendió una ambiciosa tarea de reconstrucción. Nuevas viviendas, escuelas y hospitales se levantaron en las zonas más afectadas. Sin embargo, a casi una década del desastre, muchas comunidades denuncian que la ayuda nunca llegó del todo.
En sectores rurales y periféricos de Manabí aún se observan estructuras improvisadas, calles sin pavimentar y falta de acceso a servicios básicos. Hay familias que siguen viviendo en condiciones precarias, en casas temporales convertidas en permanentes. La reconstrucción, para muchos, fue desigual y politizada.
El costo emocional y económico
Más allá de los daños físicos, el terremoto dejó un legado psicológico profundo. Muchos sobrevivientes aún sufren de trastornos de ansiedad, depresión o estrés postraumático. Algunos nunca volvieron a trabajar, otros emigraron buscando estabilidad lejos del dolor.
El impacto económico también fue severo. Manabí, una región fuertemente dependiente del turismo y la pesca, vio afectada su producción por años. Aunque algunos sectores se han reactivado, otros no han logrado recuperarse del todo, como el comercio local en zonas rurales y el turismo comunitario.
Lo que aún falta
A pesar de los esfuerzos realizados, aún hay pendientes urgentes: falta de atención psicológica a largo plazo, obras inconclusas, viviendas prometidas que nunca llegaron y una necesidad profunda de que se escuche a las comunidades olvidadas.
Este aniversario no solo es un recordatorio del dolor y la resiliencia del pueblo manabita, sino también un llamado a no olvidar. Porque aunque las grietas en las paredes se reparen, las que quedan en la memoria colectiva necesitan más que cemento para sanar.

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