Diario El Comercio.- Las tumbas no tienen nombre y están alojadas en una colina de tierra. No tienen flores ni tampoco adornos. Están distantes de los mausoleos de hormigón del cementerio general de Esmeraldas.
Parecerían olvidadas, pero todo eso es intencional. Se trata de las tumbas de quienes han muerto por pertenecer a bandas delictivas que operan en la ciudad, y que hoy se mantienen en guerra.
Sus familias no quieren que sus enemigos sepan en dónde están ubicados sus restos, pues podrían profanarlos como muestra de venganza o poder. De allí que prefieren no colocar ninguna lápida.
Los trabajadores del cementerio también conocen de esas amenazas en contra de los cadáveres y por eso evitan hablar de ellos. Lo único que cuentan es que el cementerio es la última morada de las personas que son asesinados por las bandas criminales.
Ellos dicen que la mayoría son jóvenes entre 12 y 17 años. Una de las características principales de las víctimas es que son de barrios populares y con escasos recursos económicos. Por eso, los colocan en la colina, pues las tumbas de cemento son costosas. Pueden llegar a valer hasta USD 1 800.
Los trabajadores del camposanto saben que los asesinados son los de menor rango. “Ellos mueren en total pobreza. Los jefes sí tienen dinero. Aquí también son sepultados los cabecillas, pero ellos sí van a los mausoleos”, señala uno de los trabajadores.
Funerales cada semana
La ola de violencia que vive Esmeraldas se ha intensificado en los últimos días. Eso ha generado que cada semana lleguen al cementerio de la ciudad decenas de féretros para ser sepultados. Los empleados del camposanto cuentan que han tenido ocasiones que en un solo día son sepultados hasta siete víctimas de la violencia.
Los funerales por este tipo de muertes son rápidos. Las alertas de posibles ataques se encienden al máximo. Los policías y militares se colocan en los exteriores para evitar posibles balaceras.
La gente que vive a los alrededores del cementerio también han sido testigos de estos operativos. Dicen que en los últimos meses el resguardo ha sido más fuerte, pues antes las bandas delictivas despedían a sus miembros en medio de música, licor y tiros al aire.
Los rituales con motocicletas también se volvieron habituales. De allí que la Policía y FF.AA. vigilan las caravanas fúnebres desde las cámaras de videovigilancia que hay en toda la ciudad.
Eso, por ejemplo, sucedió el lunes pasado. Ese día fue sepultado uno de los dos hombres que fueron colgados en un puente peatonal. El operativo policial y militar estuvo integrado por cerca de 100 uniformados. Allí también se ordenó la custodia de todos los cementerios para evitar posibles profanaciones como retaliaciones.
Sacerdotes atemorizados
La violencia en Esmeraldas también ha afectado a los sacerdotes. Ninguno se anima hablar de la violencia que existe en las calles.
Las personas cuentan que ellos también son amenazados por las mafias. Incluso, son obligados a celebrar misas cuando existen fallecidos tras los enfrentamientos de las bandas delictivas.
En las iglesias es común que cada semana existan al menos tres o cuatro misas por fallecidos. Esas ceremonias también son rápidas para evitar ataques. En ocasiones las misas se celebran en los mismos barrios donde fueron asesinados los jóvenes.
Cementerio sin recursos
El camposanto de Esmeraldas tiene más de 100 años y alberga a 824 tumbas. Su administradora cuenta que son pocos los recursos que la Alcaldía les otorga. Sin embargo, comenta que por su propia gestión ha conseguido hacer varias obras. Entre las más destacadas está la construcción de un cristo que mide cera de 7 metros de alto. Además, se ha logrado construir más de 400 nuevos nichos.
También se ha levantado parte del cerramiento de hormigón y se selló un canal que siempre se inundaba cuando llovía. La administradora dice que todo eso se hizo a través de rifas y bingos solidarios.