Condenado a 25 años por muerte fue el mejor estudiante en la cárcel

Un condenado a 25 años de prisión se graduó como bachiller de la República y recibió un reconocimiento como mejor alumno.

Su nombre es Dionicio A., tiene 50 años y  cumple su sentencia en el Centro de Privación de Libertad Zonal 8, en Guayaquil.

El hombre camina tembloroso hacia el podio. Viste un jean azul, una camisa naranja confeccionada por otros prisioneros y zapatos negros. Lleva una hoja en la mano con sus apuntes.

Cuando está cerca del micrófono respira fuerte y agacha la mirada. Con voz baja declara: discúlpenme por temblar. Su voz se quiebra e inhala aire profundamente.

Pone sus manos juntas a la altura del ombligo y agarra valor cuando escucha: ¡estás ahí en representación de todos! y lo aplauden. «Es un honor dar un discurso a nombre de mis compañeros. No estoy orgulloso de  estar preso, pero sí de graduarme. De conseguir lo que afuera no pude».

Dionicio muestra orgulloso los reconocimientos, uno elaborado por sus propios compañeros.

El auditorio está en silencio. El público, conmovido. Dionicio les dice: «He podido cambiar el error cometido» y llora.

Él es uno de los 49 privados de libertad que este lunes 17 de febrero fueron investidos como bachilleres de la República. Pero no solo consiguió terminar sus estudios, si no que lo hizo como el mejor de todos, con un promedio de 8.64.

En Ecuador, 157 internos terminaron sus estudios del período 2019- 2020 en el régimen Costa.

Dionicio con una medalla tricolor prendida en su camisa y con el acta de grado en mano lamenta que cayó preso porque terminó con la vida de una persona.

Es padre de cuatro y abuelo de una decena de niños y reconoce que «Dios me ha cambiado, tuvo que traerme a este lugar para que yo entienda que debo obedecer y caminar en rectitud. Cometí un error y estoy pagando mi culpa».

El interno quiere ser un ejemplo de superación para su familia y para la juventud. «Desde adolescente fui necio, desobediente, no quise estudiar.

Aquí en la cárcel me enteré de la muerte de mi madre y de mi padre y aunque no pude despedirme de ellos ahora les dedico todo». Para el privado de la libertad las metas no terminan con el bachillerato, ahora se encamina a un título universitario en Jurisprudencia.

En cambio, Roxanna Correa sueña con ser enfermera. Ella fue una de las cinco mujeres del Centro de Rehabilitación Social femenino que también se incorporaron como bachilleres. «No ha sido fácil, pero estar en la cárcel no es impedimento para mejorar».

En el país, 7.161 personas de 30 centros de rehabilitación social cursan servicios educativos extraordinarios que comprende los niveles de alfabetización, postalfabetización, educación básica, bachillerato y bachillerato técnico.

Un estudiante que se encuentre en situación de analfabetismo puede culminar el tercer curso de Bachillerato General Unificado o Técnico, en un período de 90 meses (siete años y seis meses).

De los 7.161 estudiantes en privación de libertad:1.136 cursan alfabetización;  1.636, postalfabetización; 2.731, Educación Básica Superior y 1.658, el bachillerato; según datos del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Privadas de la Libertad y Adolescentes Infractores (SNAI).

Orlando Jácome, subdirector técnico de la SNAI, destacó que los privados de la libertad alcanzar metas que muchas personas no consiguen pese a estar libres.

«No estamos en las mejores condiciones, pero recorremos cada uno de los centros de rehabilitación para conocer las necesidades que muchas veces se pueden mejorar solo con una mejor administración.

Nuestra preocupación no solo es Guayaquil, sino todo el país y no solo en educación, sino en salud, talleres, entre otras áreas». (El Telégrafo)

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