El mensaje abrió la puerta al infierno. Era un texto corto, en WhatsApp: “¿Cuándo te asomas, o nos encontramos en el lugar que ya sabes?”. Luego de descubrirlo, estiró el celular frente a su hija de 17 años y exigió una explicación, pero solo halló llanto.
Es enero de 2019 y el cielo de Quito escucha caer, como balas a quemarropa, el testimonio de una violación sobre este padre. El mensaje en cuestión lo envió, confiesa su hija, un hombre de 57 años que conoció por redes sociales. La citó en un parque, la llevó a un cuartucho obligada, la violó, la embarazó y luego de semanas la hizo abortar.
Digamos que ella se llama Juana, pero puede también ser Paulina o Karla, tener o no dinero, o pertenecer o no a una familia disfuncional; porque casos como este son una tendencia entre las denuncias recientes que tienen como víctimas a menores de edad y como protagonistas a las redes sociales.
Desde enero del año pasado se han registrado en el país al menos 15 casos de este tipo. Van desde estupro hasta extorsiones por enviar fotos íntimas, desde raptos hasta pornografía. Y eso es solo lo que se conoce oficialmente, pues ese tipo de casos, por involucrar a menores, siempre tienen un carácter reservado, confirmó a EXPRESO el fiscal René Astudillo.
Explica que el modo de llegar a los adolescentes es casi siempre a través de perfiles falsos. Los menores son engañados, se forma una maquillada amistad y luego empieza a generarse un ambiente de confianza que hace que los menores caigan fácilmente, advierte el funcionario.
Las redes sociales han sido creadas para que diferentes grupos de intereses puedan tener un contacto más cercano, pero no son una herramienta diseñada para menores de edad y eso los hace vulnerables, advierte Carlos Castillo, máster en Terapia Familiar y psicólogo educativo del Ecomundo.
Los jóvenes no tienen la suficiente madurez emocional ni psicológica para poder manejarse en este mundo de la web, indica el experto, y quedan expuestos a personas que buscan hacer daño, como le ocurrió a la joven del testimonio con el que empieza este artículo, que recibió amenazas del hombre que abusó de ella durante varios meses y por eso no habló hasta que el padre descubrió el mensaje.
Pero no es la madurez el único factor. Kelly Castello, psicóloga educativa del Liceo Panamericano, explica que la atención que el menor recibe en casa es determinante. “La vulnerabilidad en redes también deviene del abandono o es una consecuencia de padres ausentes o muy permisivos”.
Y del otro lado de la cancha están aquellos que manejan un supuesto equilibrio a través del control. Un sondeo de este Diario determinó que la mayoría de padres permiten a sus hijos adolescentes crear perfiles en plataformas como Facebook e Instagram, y que tienen controlados estos espacios y hasta revisan los mensajes que les llegan. Otros descargan aplicaciones para vigilar incluso a qué páginas entran sus niños, pero este tipo de monitoreo no siempre es la mejor opción.
Anthony Riera es técnico de celulares y recuerda que un día llegó una moradora de vía a la costa y le pidió que instale en su móvil una app para poder ver en tiempo real lo que su hija hacía en su celular. Programas como Inkwire ofrecen alternativas de este tipo, pero no son muy utilizados y tampoco son del todo efectivos.
Los jóvenes saben de la avidez de control por parte de sus padres y es común entre ellos tener una cuenta adicional a la que sus representantes conocen. “Se trata de perfiles que crean los adolescentes pero que solo los comparten con sus amigos. A veces ni siquiera tienen sus nombres y, por supuesto, bloquean a la familia para no ser detectados”, advierte el psicólogo Astudillo.
Entonces, reflexiona, “el control no siempre es la mejor salida. Genera prohibición y esta da lugar a secretos, a que los niños callen situaciones que no se sienten en confianza de compartir, como ser víctimas de violencia sexual”.
Lo mejor, coinciden los expertos, es la comunicación en casa. Evelyn Elbert, madre de familia del Liceo Panamericano y que tiene dos hijos adolescentes, apoya esta postura. “Pero para que exista comunicación es preciso que los padres tengan conocimientos de lo que pasa en la web, que dominen la terminología, que sepan qué es el sexting (envío de mensajes de contenido sexual) o el grooming (engaño pederasta a través de Internet) y que hablen con sus hijos al respecto”. Y usted, ¿sabe qué están haciendo sus hijos en las redes sociales y con quiénes hablan? (Expreso)