Correa teme por su libertad tras encarcelamientos como los de Glas y Lula

El expresidente ecuatoriano Rafael Correa, que enfrenta varias investigaciones por supuestas irregularidades durante su Gobierno, teme por su libertad ante los precedentes de su vicepresidente, Jorge Glas, y del expresidente brasileño Luis Inácio Lula Da Silva, hoy «presos sin pruebas».
«Por supuesto que frente a estas situaciones, que están fuera del Estado de derecho, uno teme. Por supuesto que mis visitas al Ecuador han sido de alto riesgo porque me podían sacar con absoluta arbitrariedad, como han hecho, una orden de detención, una orden de arraigo», señaló Correa en una entrevista con Efe en La Habana.
Tanto Glas como Lula cumplen penas de prisión por delitos de corrupción relacionados con la trama de corrupción por los sobornos de constructora brasileña Odebrecht.
Pero para Correa, el que fuera su vicepresidente «está preso sin ninguna prueba en su contra» y el exlíder brasileño «por·el testimonio de un corrupto, que no es prueba en ningún país civilizado».
Aunque Correa, que reside en Bélgica desde el año pasado, no está directamente imputado en ningún caso de corrupción, su nombre sí ha aparecido en varias investigaciones en curso sobre Odebrecht o el endeudamiento público durante su mandato y además esta semana el Gobierno ecuatoriano pidió investigar si recibió dinero de la guerrilla FARC para sus campañas electorales.
La organización Human Rights Watch (HRW) también pidió hoy que se investiguen supuestas presiones a los jueces mientras Correa estaba en el poder.
Sobre todo ello, el exgobernante replicó: «Hay que enfrentar estos riesgos. Que HRW vaya y vea esta persecución. ¿Qué nos pasa? Están destruyendo todas las referencias. En este momento han cortado el sistema de justicia, están persiguiendo a enemigos políticos, han roto el Estado de derecho, han alterado el orden constitucional».
Todo son, denunció, falsos escándalos en una «persecución» mediática para tapar la «ineptitud» del actual presidente de Ecuador, Lenín Moreno, que fue vicepresidente de Correa.
«Si yo hubiera hecho eso con un adversario político ya me hubieran hasta invadido, si lo que le hacen a Lula lo hubieran hecho a un opositor venezolano, ya estaría invadida Venezuela», espetó, y pidió a HRW que revise el proceso a Jorge Glas y los juicios que le abren a él mismo «por las cosas más inverosímiles, por gobernar».
Pese a su delicada situación y a que «están tratando de posicionar que había salido (de Ecuador) de forma imprevista», aseguró que su plan es regresar a su país «en algunos años».
«Yo no me imagino muriendo fuera», recalcó, y se mostró convencido de que cuenta con «el inmenso cariño del pueblo ecuatoriano» y si mañana se presentara a las elecciones las ganaría «en una sola vuelta».
Sin embargo, Correa no podría hacerlo, porque en febrero los ecuatorianos votaron en un referendo la derogación de una enmienda constitucional para impedir la reelección indefinida de autoridades, lo que ha sido interpretado como un intento de impedir la repostulación del exgobernante.
Sobre la situación política en Latinoamérica, indicó que la ve «con preocupación», y calificó la reciente VIII Cumbre de las Américas, celebrada en Lima, como una de las más «mediocres» que recuerda.
«No hay líderes con visión histórica, contundencia, autenticidad y no simples recaderos de los países hegemónicos», opinó.
Advirtió de «brotes de fascismo» en el continente y de «delitos de odio» en las redes sociales ante los que las autoridades deberían actuar «y no hacen nada».
«Están sembrando odio (…). La derecha va a llegar hasta la violencia, puede generarse una guerra civil, estamos en un momento muy difícil en América Latina», alertó al tiempo que se mostró convencido de que «no van a lograr sus objetivos».
De la crisis que atraviesa Venezuela, condenó la «obsesión» de otros gobiernos hacia esa nación pese a que «hay países de la región con problemas mucho más graves» y negó que exista una crisis humanitaria, sino solo «problemas económicos y escasez».
«Seamos un poquito coherentes», apostilló, antes de recordar que una crisis humanitaria permite la intervención internacional y «eso es lo que (otros países) están tratando de posicionar». EFE

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