Descubren un parásito de las hormigas que podría llegar al organismo humano

Un estudio internacional liderado por el investigador español Daniel Martín Vega, de la Universidad de Alcalá (Madrid), apunta la posibilidad de que un parásito alojado en el cerebro de las hormigas sea ingerido de forma accidental por los rumiantes y afectar ocasionalmente al ser humano.

Según publica este jueves 7 de junio la revista Scientific Reports, el Dicrocoelium dendriticum, un gusano parásito capaz de manipular el comportamiento de sus hospedadores, se aloja en el cerebro de las hormigas de manera transitoria antes de hacerlo de forma definitiva en los mamíferos, principalmente ganado vacuno, y ocasionalmente en el hombre.

En un comunicado, la universidad explica que el ciclo de vida del Dicrocoelium dendriticum comienza cuando sus huevos son liberados con las heces del hospedador definitivo (mamíferos) y las formas larvarias que eclosionan infestan a los caracoles, primer hospedador intermediario.

Es entonces cuando se reproducen de manera asexual y dan lugar a numerosas copias que son liberadas con la baba del caracol, que después ingieren las hormigas, segundo hospedador intermediario.

Al menos uno de los parásitos migra al cerebro de la hormiga y comienza a manipular su comportamiento, mientras que el resto se enquistan en el abdomen a la espera de ser transmitidos a un hospedador definitivo.

Las hormigas parasitadas se comportan como «zombis», trepan por la vegetación herbácea y se quedan inmóviles, colgadas de las hojas con sus mandíbulas, de manera que pueden ser ingeridas accidentalmente por el ganado vacuno.

Aunque se trata de un ejemplo clásico de parasitología, los mecanismos que utiliza este parásito para manipular el comportamiento de la hormiga hospedadora se desconocen por el momento.

No obstante, añade el comunicado, este estudio proporciona nuevas pistas sobre el control que ejerce el parásito en el comportamiento de su hospedador al haber visualizado por primera vez su interrelación con los tejidos de éste.

Para ello, se han utilizado técnicas no invasivas de micro-tomografía computarizada, similar al TAC utilizado en medicina clínica, pero con resolución microscópica. Martín Vega ha contado con la colaboración de investigadores del Natural History Museum de Londres, el University College de Londres, la Universidad de Lethbridge (Canadá) y el Departamento de Agricultura y Agroalimentación del Gobierno de Canadá. (El Telégrafo)

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *