Diosdado Cabello apareció sentado a la derecha de Hugo Chávez cuando éste, poco antes de morir, escogió a su sucesor. A la izquierda estaba Nicolás Maduro. Y aunque no fue el ungido, es uno de los hombres más poderosos y temidos de Venezuela.
Muchos pensaban que Cabello, de 55 años, sería el elegido. Desde ese 8 diciembre de 2012, algunos le atribuyen tensiones con Maduro, pero ambos insisten en mostrarse unidos.
«Simbólicamente es el padre con los hijos. Son herederos a un mismo nivel. La relación no puede ser fácil», aseguró a la AFP el investigador en comunicación política, Andrés Cañizalez.
Cabello, elegido presidente de la Asamblea Constituyente que rige Venezuela como un suprapoder, es el número dos del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y una suerte de gallo de pelea.
De ojos claros y contextura gruesa, hace gala de un verbo mordaz en su programa televisivo semanal «Con el mazo dando», donde descalifica a los dirigentes opositores: a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) le dice «La charca» (lodazal).
Un garrote a lo Picapiedra está siempre sobre la mesa del set del programa, que acaba de pasar las 200 ediciones.
Con su acostumbrado sarcasmo, tras solidarizarse con funcionados venezolanos sancionados por Estados Unidos, aseguró: «Yo protesto porque no me metieron en ninguna lista y estoy preocupado». Cuando Washington lo incluyó en marzo pasado, dijo sentirse aliviado.
– El «terror de los escuálidos» –
Se le atribuye una red de informantes a quienes llama «patriotas cooperantes» y cuyos reportes revelan conversaciones privadas y supuestos complots de la oposición.
En un mitin, el exvicepresidente Aristóbulo Istúriz lo presentó como «el terror de los escuálidos» (opositores).
Sus adversarios lo señalan como «carcelero» del popular líder opositor Leopoldo López, bajo arrestado domiciliario.
Una silla vacía con la foto de la opositora radical María Corina Machado nunca falta en primera fila del público de su show.
Opositores lo describen como un personaje oscuro. Investigaciones de medios de comunicación lo relacionan con el narcotráfico y respondió con demandas judiciales en Venezuela y en el exterior. Hace poco perdió una querella contra el Wall Street Journal.
– Influyente militar –
Siendo teniente del Ejército, participó en el intento de golpe de Estado liderado por Chávez, el 4 de febrero de 1992, contra el presidente Carlos Andrés Pérez.
Cumplió 22 meses en prisión tras el alzamiento y siguió junto a Chávez hasta que el líder socialista llegó al poder en 1999.
Fue ascendido a capitán por Maduro en diciembre de 2013 con otros exmilitares que participaron en esa intentona.
A su programa siempre van militares activos. Uniformados, muchos de ellos bailan y aplauden al son de los músicos que animan las más de cinco horas de transmisión.
Rocío San Miguel, experta en asuntos castrenses, le atribuye «más influencia que Maduro sobre la Fuerza Armada».
– El político radical –
Nació en El Furrial, en el oriental estado Monagas. Su esposa es la ministra de Turismo, Marleny Contreras, de su misma edad, con quien tiene tres hijos.
Su padre, Adrián, militó en Acción Democrática, uno de los partidos dominantes hasta la irrupción del chavismo. «No era de los adecos de ahora, era siempre combativo, respetado», justificó una vez.
Militó en la juventud de AD y en otros movimientos antes de entrar a la Academia Militar con 19 años.
Fue vicepresidente y, tras fracasar el golpe de abril de 2002 contra Chávez, asumió como jefe de Estado durante pocas horas para devolverle el poder.
También fue gobernador del estado Miranda, ministro y director de la Comisión de Telecomunicaciones que cerró 32 radioemisoras en 2009.
De 2012 a 2015 presidió el Parlamento. Dejó su cargo de diputado en 2017, en un Legislativo de mayoría opositora, para integrar la oficialista y todopoderosa Asamblea Constituyente.
En el organismo que ahora preside, ha impulsado las políticas más agresivas del oficialismo, como el adelanto de las elecciones presidenciales del pasado domingo y la destitución de la fiscal Luisa