En la terminal terrestre de Guayaquil, los transportistas con ruta a destinos costeros evidenciaron sus dudas respecto a la afluencia de pasajeros en los siguientes feriados de Navidad y de fin de año, luego del anuncio del Gobierno de nuevas restricciones para contener la pandemia del COVID-19.
José Pezo, conductor de una unidad de la cooperativa Villamil, la cual se dirige al cantón Playas, dijo que este jueves se conocía el comportamiento ciudadano frente a las limitantes establecidas, como toque de queda de 22:00 a 04:00, cierre de las playas los jueves 24, viernes 25 y jueves 31, más el viernes 1 de enero del 2021.
«La vez que nos cerraron la playa estuvo malo», expuso el servidor turístico.
El lunes 21, el presidente Lenín Moreno decretó estado de excepción en el territorio ecuatoriano por un periodo de 30 días (el segundo en esta pandemia); además toque de queda por 15 días, prohibición de quema de monigotes y restricción para el tránsito vehicular, que está sujeto a turnos según las placas pares e impares.
Un vendedor de pasajes de la cooperativa Libertad Peninsular, con ruta a Santa Elena, comentó que redujeron sus frecuencias en vista de que la terminal también limitó su tiempo de atención al público.
Los horarios en la estación matriz y en Pascuales quedaron de 05:00 a 21:00 de lunes a domingos; los del centro comercial, de 08:00 a 20:00; y los de la terminal de encomiendas, 07:30 a 19:30.
En la infraestructura, Carlos Reyes Arias y su hija Tania habían llegado de Machala y se aprestaban a tomar un bus de la cooperativa Villamil con el propósito de visitar a un familiar en el cantón Playas, con el cual debían tratar un asunto urgente. Dijeron que inmediatamente retornarían a la capital orense y que no tenían previsto otro desplazamiento ya que lo consideraban contraproducente en tiempos de pandemia.
La guayaquileña Iliana Pincay también llegó a la estación de pasajeros, pero solo para «entregar una encomienda» a un allegado que saldría de la ciudad. Comentó que su viaje anual a Manabí, donde visita a parientes, quedó suspendido por el nuevo estado de alerta de contagio de COVID-19.
«Mi esposo ya había salido de vacaciones, pero ya no viajamos porque no sabemos si luego ordenan encerrarse y nos vayamos a quedar varados», dijo la mujer, integrante de un grupo familiar que suele quedarse dos semanas en el cantón Pichincha, perteneciente a la provincia manabita.
Génesis Condo comentó que su familia también desistió de desplazarse a Salinas, provincia de Santa Elena, donde han recibido el nuevo año.
«Con toque de queda, cierre de playas…, vimos que no había punto (motivo) para viajar, nosotros íbamos un 30 de diciembre para regresarnos un 2 o 3 de enero», manifestó.
La terminal terrestre dispone de un sistema de cámaras termográficas, capaz de tomar la temperatura a 30 personas a la vez, además detectar si un individuo utiliza la mascarilla de manera incorrecta.
Los dispositivos emiten una alerta bajo un sistema de semaforización. El color verde da cuenta de que un usuario está utilizando bien la mascarilla; el amarillo alerta de lo contrario; y el rojo se activa si el pasajero tiene una temperatura alta.
Al detectar esto último, personal de la terminal se acerca al pasajero con un termómetro para verificar la situación.
Las cámaras incluso toman fotografías para una identificación personal y analizar ciertos patrones, como cuántas veces el sujeto ha ingresado a las instalaciones, como medida de prevención del delito.
Personal de la fundación Terminal Terrestre, entidad que administra la terminal porteña, exhortó a la ciudadanía a cumplir con los protocolos de bioseguridad para evitar más contagios del COVID-19.
El miércoles 23 había poca gente en la estación matriz, ubicada en las avenidas de las Américas y Benjamín Rosales, en el norte de la ciudad. Se esperaba que hoy haya algo más de afluencia de usuarios como para medir si el feriado sería o no bueno en cuanto a la demanda de pasajes hacia los diferentes destinos turísticos del país en las distintas regiones. (El Universo)
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