El hombre intentaba cubrirse con sus manos mientras recibía puntapiés en todo el cuerpo. Una de las patadas impactó en su rostro y de la nariz brotó sangre. La turba que lo atacó se detuvo cuando alguien gritó: “Ya déjenle… este no vuelve a robar por aquí”. La escena se dio hace dos semanas en Cristo Rey, un barrio del sur quiteño. Los vecinos recuerdan cada detalle de esa noche.
Uno de ellos dice que minutos después de que dejaron de golpear al hombre se escuchó la sirena de un patrullero policial. El agredido fue trasladado al Hospital Enrique Garcés.
La gente lo golpeó porque lo relacionaron con los asaltos en las paradas de buses. El día del ataque, al parecer, apuñaló en el brazo a una mujer en un intento de robo. Eran las 20:30. Cuando quiso montarse en una moto, resbaló y cayó. El conductor escapó y el segundo sospechoso corrió por la calle Santa Narcisa de Jesús, pero lo retuvieron.
Reacciones parecidas se han repetido en Guayas, Pichincha, Tungurahua, Pastaza, Manabí, Los Ríos, Sucumbíos, Imbabura y Santo Domingo de los Tsáchilas. “Estamos cansados que nos roben ymaten sin problema”, señala un vecino de Cristo Rey. Los moradores de Luz y Vida, en el norte de Quito, también están dispuestos a defenderse. Ya lo hicieron la madrugada del 3 de septiembre del 2019.
Todos salieron a las calles, rumbo a la casa de alias ‘Auteg’, un hombre de 44 años que era vecino desde hace unos 20. La gente lo acusaba de haber dado posada a dos jóvenes que habrían asaltado en el sector.
Esa madrugada, uno de los sospechosos corrió apenas vio que una multitud subía por la calle Juan de Salinas con piedras, palos y antorchas. Otros dos se quedaron. Entonces, los moradores rodearon la casa y desde la puerta principal increpaban a los sospechosos.
“Yo no robo tonteras, yo robo carros”, dijo ‘Auteg’, según testigos. Eso fue el detonante. Quienes estuvieron allí recuerdan que rompieron las ventanas con piedras. Otro grupo tomó troncos y arremetió contra la puerta. Subieron por el techo y cayeron al patio para lanzar más piedras.
El grupo sacó a los dos hombres. A uno lo ataron en el poste de luz. Una patada derribó al otro. En el piso lo rociaron de gasolina. Una fosforera se lanzó y su cuerpo ardió.
Las balizas de un patrullero hicieron que la gente se alejara del bulto en llamas que daba vueltas sobre los adoquines.
Los dos lograron salvarse. Los uniformados rescataron a ‘Auteg’, quien sigue en el hospital con quemaduras de tercer grado. El otro está detenido.
En otros casos sí se han registrado muertes. El Ministerio de Gobierno reporta 20 decesos por linchamientos desde el 2014, en el país. Hace una semana, familiares de una pareja que festejaba su boda golpeó a un sospechoso hasta matarlo.
El año pasado, en cambio, tres personas murieron en Posorja, Guayas. Los pobladores los confundieron con integrantes de una banda que robaba niños y los lincharon.
El viernes, el Tribunal Penal reinstaló la audiencia de juicio en contra de 11 personas acusadas de haber participado en el linchamiento del 16 de octubre.
El Código Penal (art. 140) dice que el “asesinato que se produce durante concentraciones masivas, tumulto, conmoción popular…” se sanciona con hasta 26 años de cárcel.
Por eso, en Constantino Fernández -parroquia rural de Ambato- nadie quiere hablar del linchamiento de enero.
Este Diario volvió al lugar la semana pasada. El poste de servicio eléctrico donde dos jóvenes fueron ajusticiados aún registra manchas negras.
La muchedumbre los acusaba de intentar robar una camioneta. Uno de los jóvenes murió en el lugar y otro logró escapar con la ayuda de familiares y vecinos del sector.
Una publicación de la Flacso muestra que los ajusticiamientos se producen por los frecuentes robos y asaltos.
En este año, el 73% de 760 personas que fueron encuestadas en el país por la empresa Click señaló haber sido víctima de algún tipo de delito.
El 58% indicó sentirse inseguro. En el barrio Paloma, en Cuenca, hay temor en la gente.
El pasado 13 de enero, un sospechoso de robar accesorios de vehículos fue bajado de la camioneta en la que se movilizaba y a punta de golpes le obligaron a confesar el delito.
El viernes, los pobladores recordaron que le amarraron las manos y le rociaron gasolina.
A los pocos minutos arribó la esposa, quien llevó a la muchedumbre a otro sitio, a 1,5 kilómetros de distancia, donde habían sido arrojados los objetos sustraídos. La Policía llevó detenido al sospechoso.
Ni los moradores ni los afectados pusieron la denuncia y no saben si el hombre recobró la libertad. Pero esto dio pie a que 70 familias del barrio se organizaran, armaran una brigada barrial e instalaran un sistema de alarma comunitaria.
Según estadísticas de Click, la percepción de inseguridad en Guayaquil llega al 57% y en Quito, al 60%. En la Loma de Puengasí, en la capital, también hubo un linchamiento en el 2015. El jueves, sus vecinos aún recordaban lo sucedido.
Ellos enloquecieron cuando se enteraron que un hombre que violó, mató y descuartizó a una niña de 3 años pudo escapar por unas escaleras laterales con resguardo policial.
La tía de la niña contó que ese día los vecinos estuvieron a punto de tumbar la puerta para retener al hombre, ahora sentenciado a 34 años y ocho meses de prisión. (El Comercio)