El Servicio Geológico de Terremotos de Estados Unidos estima que cerca del 90 % de terremotos del mundo y el 80 % de sismos más grandes se producen en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico. En esta zona se encuentra Ecuador. De hecho, en nuestro país han ocurrido sismos de alta magnitud a lo largo de la historia. El último fue el terremoto del 2016 con epicentro en las parroquias de Pedernales y Cojimíes, provincia de Manabí.
Este evento sísmico también impactó en ciudades como Guayaquil. Un puente a desnivel se cayó, hubo viviendas derrumbadas y cuarteadas, pese a no ser el epicentro. Otra realidad hubiese sido si el terremoto se daba en la ciudad, dicen expertos, por lo que debe ser una alerta para impulsar con fuerza construcciones sismorresistentes.
Henry Yandún, vocero del colectivo Constructores Positivos, afirma que en el sector formal de la construcción el uso de material sismorresistente es prácticamente normal, ya que este aspecto se incluye en la Norma Ecuatoriana de la Construcción (NEC). “Los materiales en la generalidad de la construcción son buenos para la sismicidad, el problema es el uso que se les da. El hormigón, la madera, el acero son buenos elementos, siempre que corresponda a un diseño estructural adecuado y que se lo respete”, señala.
Las nuevas urbanizaciones, edificios o estructuras se están construyendo de manera formal con el requisito de ser sismorresistentes, anota el ejecutivo, pero el problema sigue siendo la informalidad.
De hecho, el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) evaluó en 2014 que existen aproximadamente 2,8 millones de ciudadanos localizados en asentamientos precarios e irregulares en todo el Ecuador. Además, hasta 2013, se calcula que hay un aproximado de 37.064 hogares localizados en zonas de amenazas no mitigables, protegidas y/o declaradas no habitables. Esto es lo que se debe prevenir y evitar.
Otro tema de preocupación son las edificaciones en la zona costera, señala María del Pilar Cornejo, directora del Centro Internacional del Pacífico para la Reducción del Riesgo de Desastres de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL).
“Vaya por la ruta del Spondylus y verá construcciones que están sobre la playa, están destinadas a desaparecer con el aumento del nivel del mar y los cambios en los oleajes. Quien autorice esas construcciones es irresponsable”, afirma.
Otro de los factores que actualmente se debe impulsar es el concepto de sostenibilidad, autosuficiencia, eficiencia energética, accesibilidad, espacios naturales, inteligencia e innovación.
Para disminuir el riesgo de inundaciones y amortiguar la formación de islas de calor en ciudades como Guayaquil, por ejemplo, la instalación de techos, fachadas y paredes verdes podría ser una medida de adaptación y una solución frente a los efectos del cambio climático.
“Se requiere que las ciudades se construyan de diferente manera, menos cemento, más soluciones basadas en la naturaleza, que las ciudades realmente acojan al ser humano, sistemas de drenaje adecuados, entre otros”, añade Cornejo.
Además, asegura que en la ESPOL tienen los expertos para realizar los análisis que determinen el desarrollo de las construcciones a nivel país que se requieren para lograr una adaptación al cambio climático. (El Universo)