El ámbito de la asistencia a la reproducción — embarazo, parto y puerperio— por parte de la llamada medicina occidental o biomedicina es relativamente nuevo. Anteriormente el parto no era considerado un evento patológico y se relegaba a un plano «natural» y de mujeres. La «comadre» o «partera» era la encargada de asistir y ayudar a parir.
En comunidades rurales y remotas de América Latina, estas prácticas ancestrales han sido transmitidas de generación en generación. En Ecuador, donde las barreras geográficas y las diferencias culturales dificultan el acceso a los centros de salud, el apoyo práctico y espiritual de las parteras o matronas puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Hay instituciones, como la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que han trabajado con más de mil parteras y parteros para proporcionarles conocimientos que les ayuden a identificar señales de riesgo con el fin de prevenir muertes maternas y neonatales.
En el país, el Ministerio de Salud Pública también ha impulsado iniciativas que les brinden a estos expertos mayores facilidades de practicar esta tradición. La articulación de parteros y parteras mediante diálogos de saberes, actividades extramurales, derivación y contra referencia comunitaria y la atención institucionalizada de parteros y parteras de la medicina tradicional ancestral son algunos puntos claves para lograr este objetivo.
Uno de los sectores en donde se mantiene esta actividad es Azogues. Hombres y mujeres de sabiduría comparten experiencias positivas en curación, parto y postparto mediante el uso de plantas medicinales y energéticas, conocimientos, prácticas y costumbres.
En Biblián, el 80% de las mujeres utilizan la técnica del baño del cinco con plantas medicinales. Lo que les brinda vitalidad y fortaleza para continuar con el posparto. Su papel ha sido fundamental para salvar vidas conjugando los saberes de las medicinas ancestral y occidental.