José Manuel Pulgar Hidalgo, sobreviviente del accidente aéreo en Durango, sabe lo que es vivir en peligro ya que su vida transcurre en las entrañas de la mina Hunosa, ubicada en su natal Asturias, en el norte de España.
Este sería su destino cuando este martes 31 de julio llegó al Aeropuerto Internacional Guadalupe Victoria de Durango para tomar el vuelo 2431 de la línea Aeroméxico con destino a Ciudad de México, donde haría la conexión a su país.
El avión hizo la maniobra de despegue en condiciones climáticas adversas y se accidentó en la orilla exterior del aeropuerto pero de forma milagrosa sus 103 ocupantes -99 pasajeros y 4 tripulantes- sobrevivieron, no obstante casi todos con lesiones diversas.
Postrado en una cama del Hospital Militar del Campo de Batalla 5 de Mayo de la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), Pulgar, de 42 años, narra que el vuelo pintaba para ser puntual.
Pocos minutos pasadas las tres de la tarde hora local (20,00 GMT) tomó el asiento 7B, al lado de una mujer mayor con quien comenzó a conversar ya que por delante tenía un vuelo de una hora con 50 minutos con rumbo a la Ciudad de México.
«Iba todo puntual, todo correcto, apenas comenzaba a llover, no se veía un diluvio, pero luego me explicaron que se juntaron dos tormentas y hubo un viento arrachado», narra Pulgar mientras se queja de un dolor en el costado izquierdo.
Recuerda que cuando el avión despegó, sintió un primer golpe muy leve, después uno más fuerte y un tercero que fue el que causó que todas las maletas se salieran de los compartimentos y que la aeronave, un Embraer 109 con 10 años de antigüedad, comenzara a «desarmarse».
Señala que al mismo tiempo que veía que el avión ya se deslizaba sobre el terreno, comenzó a sentir calor en la espalda y después se dio cuenta que había fuego, motivo por el cual de inmediato ubicó una salida y se desabrochó el cinturón para intentar salir.
No obstante, Pulgar explicó a Efe que ya cuando estaba en la puerta del avión, «algo» le dijo que tenía que volver por su compañera de asiento, quien era una persona mayor y no podía salir por sí misma.
Pulgar llegó a Durango, México, el 26 de junio para asistir a la boda del hermano de su esposa Fabiola Gómez Romero, una duranguense de 37 años, quien ahora «anda corre y corre» (a las prisas) para realizar los trámites ante la aerolínea y la embajada.
El asturiano explica que viajaba solo de regreso a España porque este 1 de agosto tenía que presentarse en su trabajo, «pues las vacaciones habían terminado».
En México se quedaban unos días más su esposa Fabiola Gómez y sus dos hijos, uno de cuatro y otro de ocho años de edad, ya que están de vacaciones en el colegio y volverán a clases en el próximo mes de septiembre.
Sus dos hijos todavía no saben que su padre, aparte de sobrevivir al accidente, ayudó a una anciana y a otro hombre a sacar a sus hijos y su esposa.
«Tal vez el hecho de ver a los niños y recordar que tengo hijos me hizo ayudarlo», comenta.
Pulgar dice que no sabe cuándo le van a dar de alta porque si bien sus lesiones son leves, los militares que lo atienden «como rey» le aseguran que debe estar todavía en observación.
Ahora Pulgar espera recuperarse para regresar a España, a Asturias, donde el trabajo lo espera, pero el solo hecho de pensar en el despegue del avión le da pánico, pero sabe que lo tiene que superar porque no se puede quedar en Durango.
Además de este asturiano, una veintena de personas se mantiene bajo cuidado médico por las lesiones sufridas en el accidente de este 31 de julio y el resto ha recibido ya el alta, explicaron las autoridades. (Ecuavisa)