El calor, las mismas paredes, los mismos programas en la televisión, las mismas personas en el Facebook… Manuel se apretaba los dedos, uno a uno, para contar las causas por las que sus vecinos, en el suburbio de Guayaquil, habían salido de sus casas, a las 18:00 del viernes en pleno toque de queda, a jugar un partido de índor en media calle.
A esa hora, un patrullero de la policía se paseaba por el callejón 12 y Francisco Segura, pero los peloteros ni se ‘paniqueaban’. “Aquí, la policía venía a hacernos entrar durante los primeros días del toque de queda, ahora ya ven que somos gente sana haciendo deporte y nada nos dicen. Estamos hartos del encierro”, argumentaba Manuel para defender a sus panas, que jadeaban sin mascarillas, escupían, se empujaban, mientras otros ponían música a todo volumen.
La escena se replicaba, al menos, en cuatro calles de los sectores de Cisne II, Cristo del Consuelo, La Chala y la avenida Portete. Era un viernes ‘normal’, de peloteo, de gente sentada sobre jabas de ‘biela’ pegándose un ‘purito’, de música en altoparlantes, de niños en bicicleta y de vecinos jugando naipes o paseando porque sí.
Marcos González y siete uniformados más del Distrito Portete trataban de convencer a los moradores de la Décima y la B de quedarse dentro de casa. Les decían que, de violar el estado de excepción decretado para contener la pandemia, podrían pagar desde 100 hasta 400 dólares de multa. Las citaciones zumbaban junto con la desobediencia.
Decenas de personas se aglomeraban alrededor, como si la presencia policial fuera un adorno más de esa calle. Los agentes hacían lo que podían y, los más conscientes, ingresaban a los domicilios al primer llamado de atención. Otros trataban de convencerlos de que los dejaran divertirse sanamente.
En otro lado de Guayaquil, en el Guasmo Sur, un morador se desesperaba por empotrar un parlante en un trípode, por el cual segundos después sonó una canción de Vicente Fernández. “Es que van a predicar”, gritaba otro vecino para justificar el artefacto.
En las esquinas, había quienes camuflaban botellas verdes de cerveza en fundas rayadas.
“Eso pasa más en el sur, en el suroeste y suburbio. Aquí (centro) y en el norte se ve poco. Casi nadie sale de casa. Lo que más ocurre son las irregularidades con vehículos”, contó el agente Marlon Macías, de la Autoridad de Tránsito Municipal, quien a las 20:00 recorría la avenida Malecón, que lucía vacía.
Como un domingo, pero con accidentes
En Quito, a las 16:00 del viernes la carga vehicular en la avenida Morán Valverde, en el sur de la ciudad, lucía como un domingo antes de la pandemia.
Decenas de carros circulaban por la vía e incluso había limpiaparabrisas que incumplían con el toque de queda y buscaban ganar alguna moneda.
Sin embargo, en el norte de la urbe, donde existe más movimiento, se registraron accidentes de tránsito.
El primero sucedió en el Comité del Pueblo a las 17:00. Un camión destruyó la fachada de un domicilio, luego de que perdiera los frenos al bajar de una cuesta. El automotor cargaba enseres de una familia que se cambiaba de casa y tenía como destino viajar a la ciudad de Babahoyo. Tres niños y una mujer, quienes iban en la parte posterior, resultaron heridos.
Los moradores del sector, al ver los muebles y artefactos electrónicos regados por la calle, rompieron el aislamiento y salieron de sus domicilios para llevarse lo que podían.
La policía del sector recibió la alerta y llegó a controlar el saqueo y cercar la zona.
El conductor del automotor pesado aprovechó ese momento de distracción para escaparse, pero fue capturado por los uniformados a pocas cuadras del siniestro.
Cuando el mayor Nelson Cañizares le pidió la justificación, el chofer no tenía salvoconducto para realizar esa actividad ni una hoja de ruta por donde se dirigía. No hubo víctimas mortales, pero un taller de calzado que funcionaba en la vivienda quedó hecho añicos.
A tres minutos de este sector, en Ponciano, ocurrió el segundo siniestro, donde hubo una persona fallecida. Según las primeras indagaciones de la policía, un vehículo que circulaba a toda velocidad embistió a un motociclista que se dirigía a su domicilio.
Los agentes que tomaron el procedimiento no encontraron ningún documento que habilitara la circulación de la motocicleta. Sus familiares dijeron que se dedicaba a distribuir suministros de aseo.
El hombre, de 33 años, murió en el acto, mientras que el conductor del automóvil fue llevado ante la autoridad. (Extra)