El estadio Reales Tamarindos es un templo para Nazareno Sornoza. Trabaja allí como conserje, desde hace 22 años, y fue en esa cancha donde vio crecer a su hijo Junior Sornoza, quien ahora brilla en el Fluminense de Brasil.
El hombre tiene un ritual diario que se inicia a las 08:00 con la apertura del escenario. Él y sus cuatro compañeros se encargan de barrer los graderíos, de limpiar los camerinos y dar mantenimiento al césped.
‘Naza’, como lo conocen sus allegados, trata con cuidado cada parte del estadio -que pertenece a la Federación Deportiva de Manabí- porque le recuerdan los primeros pasos de su hijo en elfútbol. “Tengo 22 años trabajando aquí, es algo que me gusta. Yo traía a Junior cuando era niño, casi desde los 4 años; mientras limpiaba y cortaba el césped, él se divertía con la pelota en la cancha”, cuenta el hombre nacido en Portoviejo.
Es un apasionado del balón y un ferviente hincha de El Nacional, por eso en su casa se respira fútbol. Entre sus ídolos están Vinicio Ron, Ermen Benítez y Milton Rodríguez.
Esa pasión la transmitió a su hijo, que se sentaba junto a él a ver por televisión los partidos que disputaba el conjunto militar. También lo llevaba a los partidos que jugaba en torneos interbarriales; Junior solía ser la mascota.
Por la influencia de su padre y gracias a sus propias cualidades, Junior llegó al equipo Cristo Rey, a la selección de su ciudad y luego a la de Manabí.
Nazareno, a sus 42 años, aún disputa campeonatos interbarriales e interligas, categoría máster. Juega de volante ofensivo, posición en la que también se desempeña su hijo. Para él es una coincidencia, porque –aunque solía jugar con Junior– no le enseñó sus movimientos en la cancha; dejó ese trabajo a los profesores de los equipos donde militó.
Sabía que el fútbol en algún momento lo alejaría de su hijo, por eso no sufrió cuando este se fue a vivir solo a Guayaquil, a los 14 años, cuando lo fichó Norteamérica, antes de su paso a Independiente del Valle.
La mamá de Junior, Carmen Moreira, sí lloró con la partida de su hijo. Él la llamaba a diario para que le enseñara cómo cocinar sus platillos favoritos y lavar la ropa.
Su deseo era que Junior llegase al fútbol profesional, por eso rechazó una oferta de Liga de Portoviejo, equipo de su ciudad. “Había cosas que no me gustaban en el club, además de la poca estabilidad. Como padre, uno siempre quiere lo mejor para sus hijos”, dijo.
Su decisión fue la correcta, porque su hijo ganó títulos juveniles y llegó a la final de la Libertadores con el Independiente. En ese periplo se fue a México y después terminó en el Fluminense de Brasil, donde ahora es figura.
Habla semanalmente con su hijo, además de que el año pasado pudo visitarlo –junto con su esposa y tres hijas– en Río de Janeiro. Tienen una buena relación, aunque se confiesa un padre poco cariñoso.
La familia Sornoza vive en la ciudadela Briones, en el centro de Portoviejo, a tres minutos del estadio Reales Tamarindos. El futbolista del ‘Flu’ les propuso comprarles una vivienda en una urbanización privada, pero su padre se negó. “En el barrio me conoce todo el mundo, allí viví toda mi vida, además mi casa la hice con mis propias manos”, contó Nazareno Sornoza, que reside en una modesta vivienda.
Antes de trabajar para la Federación Deportiva de Manabí, Nazareno se desempeñaba como jornalero en construcciones de viviendas y edificios. Esa experiencia le sirvió para construir –con la ayuda de su hermano Miguel Ángel– la casa en la que vivió Junior y donde habita con su esposa y dos hijas, actualmente.
Otra de las razones para quedarse en el barrio es que a su familia le gusta la música. Acostumbran a sacar un parlante a la calle, lo que no podrían hacer en una urbanización privada. (El Comercio)