Ximena Sánchez, de 50 años de edad, padecía de dolores en las articulaciones de sus muñecas y brazos. Amanecía adolorida durante las mañanas, por lo que no deseaba levantarse de la cama. Además, cuando cocinaba experimentaba fuertes hincones en las extremidades.
“Aflojaba los recipientes cuando eso ocurría”, un malestar que le aquejaba desde hace una década, recuerda ella. El médico que la atendió, tras varios exámenes, le mencionó una palabra que ella había escuchado en su hogar materno: artritis reumatoide.
Justamente, su progenitora sufrió de esa enfermedad y Ximena la heredó y desarrolló en la adultez. Ella -según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS)- es parte del 1% de la población de todo el planeta que la padece.
El doctor Robert López, del área de reumatología del Hospital Los Ceibos (Guayaquil), explica que los antecedentes familiares inciden. Mayormente son las mujeres quienes presentan la afección. Las primeras manifestaciones aparecen desde los 30 años de edad.
Las inflamaciones de las articulaciones de las manos, las muñecas y los dedos son algunas de ellas. “Es inflamatoria, destructiva, erosiva, e invalidante”, describe López.
Por su parte, Mario Moreno Álvarez, presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Reumatología, aclara que no necesariamente porque un familiar la haya padecido los hijos la heredarán. Pero recomienda evitar factores de riesgo que la pueden desencadenar.
Por ejemplo, el consumo de tabaco y también las enfermedades periodontales. “Hay una bacteria correlacionada con la afección, según algunos estudios. Por ello, se recomienda a las personas que cuiden bien de sus dientes”, manifiesta el especialista.
La prevención
Jenny González, de 45 años, es una persona que presentaba todos los síntomas, pero que se autorrecetaba drogas para que le quitaran el dolor.
No obstante, un día no soportó más y acudió al médico, pero ya presentaba deformaciones en sus dedos. Su médico la sometió a un tratamiento, pero había pasado ya la primera etapa de la dolencia.
Los galenos enfatizan que se evite tomar medicamentos no recetados por un especialista y que se acuda a las personas preparadas para ayudarlas. Según López, hay pacientes que reciben un falso diagnóstico debido a que ocultaron la artritis con el consumo de ciertos medicamentos.
Y luego, cuando llegan de emergencia, tienen “dedos deformados e inflamaciones y manos hinchadas”, indica. Los tratamientos existentes -añade- ayudan a controlarla y mejoran la calidad de vida. Empero, “deben seguirse para siempre.
Las lesiones -cuando las hay- no se revierten”, aclara. Inicialmente, los afectados reciben fármacos modificadores de la enfermedad, pero si no responden a estos se emplea la denominada terapia biológica. “No se usa en todas las personas porque no todos la necesitan.
Los costos de biológicos hechos con ingeniería genética pueden llegar a los $ 1.500 al mes y desarrollar ciertos efectos colaterales”, detalla el presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Reumatología. Asimismo, señala que es importante la educación en salud en la ciudadanía con el fin de que acudan a los especialistas adecuados.
Por ejemplo, para esta afección “hay que visitar a un reumatólogo y no al traumatólogo”. Entre los errores recurrentes que cometen los pacientes está dejar de consumir los medicamentos cuando ya no hay dolor. Y el otro es consumir mariscos: concha, almeja, ostión y otros.
“Estos provocan inflamación de las articulaciones”, comenta el doctor del Hospital Los Ceibos. “Pescado sí se puede ingerir”. De acuerdo con la Fundación Estadounidense para la Artritis, 50 millones de adultos y 300.000 niños en todo el mundo padecen de algún tipo de artritis. (El Telégrafo)