Desgranan mazorcas de maíz y maní en forma asombrosa, reconocen el camino que los lleva a un pozo rústico que les provee de agua cuando hay, y no pierden la fe de tener mejores días en sus vidas. Así es la vida de cuatro hermanos no videntes que demuestran que no hay límites para superarse a diario en su casa de caña y madera, que comienza a ceder por el trajín diario o el acoso del comején.
Ellos son Hermógenes, Jairziño (sí, como el talentoso volante brasileño campeón de México 70), Winter y Freire José, de 51, 49, 47 y 53 años de edad, respectivamente, quienes perdieron la visión, y pese a esa limitante se esfuerzan por ser un aporte para sus padres, Ubaldo Calderón y Delia Macías, en la localidad de El Aguacate, a unos 55 km de Calceta, cabecera cantonal de Bolívar, en la zona norte de Manabí.
Pese a que tienen carné de discapacidad, sus familiares creen que es poca la ayuda recibida hasta ahora. Con una bandera blanca raída al ingreso de su casa tratan de llamar la atención de alguna autoridad que pueda llegar, aunque casi nunca visitan este poblado.
Allí, en medio de necesidades se levanta la casa de los Calderón-Macías, una morada carente de servicios, donde los cuatro hermanos tienen en sus padres la luz de mejores días.
Los hermanos descienden de su vivienda casi a rastras para no caer y así buscar sus bastones, algunos de caña o madera, para poder andar por caminos llenos de polvo.
BOLÍVAR, Manabí. Hermógenes (de rosado a la izquierda), Winter, (fucsia), Jairziño (azul) con su madre, Delia (c), y su padre don Ubaldo. Foto: Juan Bosco Zambrano / EL UNIVERSO.
Jairziño es el más locuaz. Dice que en su casa hace falta de todo, desde una nevera, una cocina nueva y hasta ropa, considera que lo importante, para él y su familia, es contar con agua de pozo.
El pasado viernes, cuando un equipo de este Diario los visitó, no había agua allí. Ellos en compañía de sus padres ayudan a llevar el líquido en tachos para los quehaceres. “Con los bastones nos ayudamos para que no nos caigamos cuando vamos en busca de agua, por eso le pediría al presidente de la República que nos ayude con la construcción de un pozo, que tenga una bomba para sacar el agua, así sería menos complicado”, señala Jairziño, al agregar que ese día recién se enteró de que su nombre provenía del jugador.
Winter es callado, pero dice que los dolores en la cabeza, estómago, huesos le generan temor. El mayor de los cuatro, Freire José, no puede expresarse y descansa en un cuarto. Delia dice que desde hace seis años padece dolores de cabeza, los atribuye a supuestos episodios de epilepsia, algo que no ha podido confirmar.
Los hermanos reconocen que cada uno recibe un bono mensual del Estado ($100) y lo usan en la compra de medicamentos y algo para el alimento de ellos, acota Ubaldo, quien teme fallecer en algunos años y que su familia quede en esa humilde casa sostenida por horcones de madera.
Jairziño menciona que no está dolido con lo sucedido en su visión, eso le ha permitido desarrollar otros sentidos. Indica que con sus hermanos se han vuelto expertos en desgranar maíz, maní y fréjoles. “Si Dios me quiere dar la visión (nuevamente y en forma completa), pues que así sea”, agrega Jairziño, quien sueña con ser reparador de electrodomésticos o periodista.
Cada uno de ellos tiene un pedido. Delia habla por su hijo Freire José, que requiere una cama nueva y contar con una casa adaptada para ellos, porque el bajar la escalera les ha significado algunas caídas.
Winter sueña con tener una radio nueva para así escuchar los partidos de su Barcelona querido, aunque ese día lucía una camiseta alterna de Emelec que alguien le regaló, dice.
Finalmente, Jairziño pide a la Prefectura que rehabilite los más de 12 km que los separan de la vía Quiroga-Pichincha. Jairziño cuando cumpla 50 años, el 29 de octubre, quisiera tener $2000 que costaría construir un pozo para que ellos y sus vecinos tengan agua y no caminar casi 1 km para obtenerla. Eso sería de gran ayuda, dice con esperanza. (Neptalí Palma/El Universo)