Practicar el silencio con un arma pegada en el cuerpo es parte del entrenamiento que los grupos criminales realizan durante el reclutamiento de niños.
“Son niños incluso de 10 años, a veces hasta menores. Los mandan con una pistola y les dicen que deben callar, que si los detienen no pueden decir nada, y lo hacen. Si la Policía les pregunta algo, ellos no hablan”, explica un líder barrial del Guasmo Sur.
Según la perfiladora criminal, Alexandra Mantilla, las bandas criminales están reclutando a niños a partir de los 10 años, porque cumplirían con dos objetivos para los delincuentes:
“El primero es que si aprende a disparar, cumple con su misión, y el segundo es que si en el trayecto lo atrapan, él no va a la cárcel, sino a un centro con medidas socioeducativas y no tiene mayor acción legal sobre lo que haya cometido”, explica Mantilla.
Además que, al tratarse de menores de edad, su privacidad está protegida por la ley. “Si ese infante fue un sicario, pudo haber matado a seis personas, pero cuando salga, no habrá nada en su expediente”, dice Mantilla.
La Policía ha detectado organizaciones delincuenciales integradas por tres o cinco personas muy jóvenes, que buscan un nombre para que los identifiquen y abren incluso sus redes sociales.
El uso de niños puede resultarles estratégico, porque la idea de un infante con un arma es algo que la sociedad no lo concibe, ni aprueba.
La información sigue siendo limitada. No hay estudios concretos sobre niños que ingresan a las bandas o son reclutados a la fuerza; o si son niños que han nacido dentro del ambiente de las organizaciones.
A cambio del “trabajo”, les ofrecen videojuegos o un teléfono de alta gama. “Esta clase de ofertas y falta de oportunidades los convierten en el caldo de cultivo perfecto para que sean reclutados”, agrega Mantilla.
Según datos del Servicio Nacional de Atención a Personas Privadas de Libertad (SNAI), 684 adolescentes estaban cumpliendo una sentencia en los centros de detención para adolescentes infractores en 2021.
La descomposición social, la deserción escolar, el incremento de la pobreza y pauperización de la familia, las estructuras familiares resquebrajadas, además de la presencia de padres, hermanos, parientes o amigos en estos grupos, son algunas de las variables que inciden en este fenómeno.
“Todas las instituciones somos reactivas frente a la violencia, pero ¿qué hacemos para prevenirla?” Se pregunta Lorena Chávez, directora del Mecanismo de Promoción y Protección de los Niños, Niñas y Adolescentes de la Defensoría del Pueblo.
Para el sociólogo y catedrático Héctor Chiriboga, hay que saber quiénes son estos niños, pero en su opinión “tampoco hay que culpar a la pobreza, porque es una trampa de los derechos. Hay que saber cuál es la responsabilidad de los padres o si no existen estos padres”.
Sin programas para niños de 4 años
Cuando nace un niño en Ecuador en condiciones vulnerables de pobreza, la primera atención que recibe es para detectar la desnutrición, explica el ministro de Inclusión Económica y Social (MIES), Esteban Bernal.
Ecuador es el segundo país en la región con mayor desnutrición, aquí el 30% de los niños la padece.
Después de unos meses de vida, los niños pueden ser llevados a los centros de desarrollo infantil, administrados por el MIES, donde tienen actividades lúdicas y alimentos hasta los tres años. 12.154 infantes, en todo el país, están en este programa.
Y están habilitados 767 centros de desarrollo infantil de 2.165, que volverán a funcionar hasta finales del año.
A partir de los cuatro años de edad, los niños forman parte del sistema escolar y no hay otros programas de protección para ellos.
No hay guarderías o espacios de cuidados cuando los padres trabajan, ni mucho menos tareas extracurriculares, como deportes o cultura en el sistema fiscal.
“Con respecto a la protección social, particularizado a niños y niñas de esa edad, no hay programa. Lo que existe es la protección a través del núcleo familiar”, explica el ministro.
Se refiere también al bono de apoyo económico que reciben 1,4 millones de personas.
El MIES ha detectado 215.000 núcleos familiares vulnerables, pero no sabe cuántos niños hay en ellas, ni sus edades.
Según el INEC, existen 354.000 niños, niñas y adolescentes en la mendicidad, de los cuales “11.900 están dentro nuestros programas en el MIES”, dice Bernal.
Eso significa, que menos del 4% de los niños recibe algún tipo de protección y el 96% difícilmente tendrá las oportunidades para salir de la pobreza.
“Reconozco que hay una distancia enorme en la capacidad operativa, financiera, estructural e institucional que tenemos alrededor de la política social”, sostiene el ministro.
Y agrega que “lo social no puede dejar de ir de la mano de la política económica. Cuando se genera empleo, se reducen grandes males”. (Primicias.Ec)