Pinchazos en la espalda, en los brazos y en las piernas y hasta en los glúteos descubrió la mamá de Mateo (nombre protegido). Su hijo de 5 años le contó, hace una semana, el martes 7 de mayo de este 2019, que una maestra lo maltrataba de ese modo, “cuando no hago los deberes de mi profe”.
El pequeño tiene epilepsia y autismo. La madre Patricia (nombre protegido) lo explicó en el Departamento de Consejería Estudiantil (DECE) desde que empezó el primero de básica. También les habló de la medicación que usa, que había permitido controlar sus convulsiones.
Lo relató este miércoles 15 de mayo del 2019. Semanas atrás, Mateo pellizcó la mano de su madre. Cuando ella le preguntó a quién aprendió ese comportamiento, él le contó que algo parecido le hacía una profesora del plantel particular, del sur de Quito, en donde paga más de USD 30 al mes de pensión.
No puede comunicarse bien, debido al autismo, así que no le dio más información. La madre dice haber acudido a la escuela, para pedir que no se repita. Allí negaron el hecho.
“El martes (7 de mayo) al sacarle el buzo me fijé en unas rayas en sus brazos”, recuerda la madre, que empezó a revisar el resto del cuerpo.
Cuando vio los puntos en sus glúteos, el niño le contó que la maestra le bajó el pantalón y el calzoncillo delante de otros compañeros, para pincharlo con una aguja.
Y que cuando era maltratado, su tutora ingresó al salón y hubo un altercado, luego esta lo llevó de regreso al aula y le pidió mantener el secreto. A cambio le prestó unos minutos su celular. La madre no pudo más y esa tarde fue a la escuela y le reclamó a la Directora.
“Le pedí que tome medidas, que haga algo, pero lo único que me respondió fue que han tenido tanta consideración con mi hijo, que él debería estar en una escuela especial”, dijo.
Por ello, dice, fue al distrito educativo correspondiente, en donde le recomendaron un cambio a un plantel fiscal. Entonces llegó a la Junta de Protección de Derechos de Quitumbe. Así el caso llegó al Consejo de Protección de Derechos de Quito.
Su vicepresidenta, Sybel Martínez, se siente impotente al ver que el niño fue agredido con alfileres o agujas.
En el hospital público, en el que está internado desde el viernes 10 de mayo del 2019, según comenta y se lee en el diagnóstico, hablan de acoso escolar. Lloró cuando tenían que ponerle un medicamento con una inyección, estaba asustado por las agujas.
“Obviamente hay un delito. Es una forma de maltrato grave. Sí es cierto que estos niños (con autismo y epilepsia) requieren más cuidados, pero las escuelas tienen la obligación de ser inclusivas”, dice Martínez.
¿Qué harán? Se han comunicado con el Ministerio de Educación y quieren conocer qué pasos concretos darán.
Martínez considera que el colegio debe ser intervenido, dice que tiempo atrás hubo una denuncia por agresión y cree que es una reincidencia. “Vamos a poner la denuncia en la Fiscalía, actuaremos también como Rescate Escolar”, la organización que dirige, adelantó.
La Vicepresidenta del Consejo de Protección de Derechos comentó que recibió una llamada de Diego Paz, secretario para la Innovación y el Buen Vivir. Pero no sabe qué acciones tomarán. “Analizaremos los nudos críticos que hay en el Ministerio, para reaccionar ante casos de violencia escolar. A través de la comisión interventora del plantel militar, que está siendo observado, buscamos ubicar casos emblemáticos por el nivel de violencia que encontramos”.
Este Diario pidió información sobre qué medidas tomó el distrito educativo, tras la denuncia de esta madre. La Subsecretaría de Educación de la Zona 9, Quito, respondió que enviará el pedido a los encargados, para pronunciarse.
Ivonne Alvarado es la vicepresidenta de la Asociación de Padres y amigos de personas con autismo en Ecuador (Apada). También coordina la Red de discapacidades del Distrito.
Este miércoles 15 de mayo acudió al Ministerio. Fue recibida por funcionarios a cargo de educación inclusiva. Y les expuso el caso.
Les recordó que la Ley de Educación Intercultural Bilingüe habla de inclusión. Y le parece una «barbaridad» que haya directoras de planteles que sigan haciendo sentir a los padres que les hacen un favor por recibir a sus hijos. También le preocupa que la maestra de Mateo, según cuenta, en repetidas ocasiones, le entregaba su celular, para que se quede tranquilo.
«Tengo otros casos de niños con hiperactividad, a quienes las profesoras deciden darles permiso para que se vayan a jugar al patio y ‘quemen energías’, para no trabajar en una clase diferente con ellos», dice Alvarado. (El Comercio)