El 3 de abril de 1998, Sara Sabando besó, por primera vez, la piel tersa de su bebé recién nacida. Tenía 16 años y soñaba con estudiar medicina, pero ese día llegó su primera hija, Naomi Michelle, para cambiar sus metas y llenar su mundo de un amor que aún no logra explicar.
Este recuerdo apareció como un sedante, la noche del miércoles 22 de diciembre, a la tortura de volver a tener en frente el cadáver de su “bebé”. Aproximadamente 24 años después de arrullarla, la vería, fría, en una morgue de Quito. Mirar cómo los médicos de Medicina Legal de la Policía escudriñaban en el cuerpo inerte de su niña, la desmoronaba del dolor, pero no retiró la mirada un segundo de las tres horas que duró el proceso.
Era la segunda autopsia que le hacían a la joven, que estaba próxima a cumplir 24 años, y cuyo primer procedimiento reveló un supuesto suicidio. Sara está convencida de que Naomi no atentó contra su vida, sino que la mataron.
Por eso pidió el nuevo análisis, con todo el dolor que le implicaba exhumar el cadáver de su hija, hallada muerta en un departamento de Manta, el pasado 12 de diciembre, y volver a verla así, inerte, sin la sonrisa que tenía siempre.
“Quería estudiar medicina antes de tenerla a Naomi. Tuve que imaginar que su cadáver era el de una muñeca, y yo uno de los médicos que practican para su graduación, y así soportar el dolor. No me esperaba ser tan fuerte”, cuenta, a través del teléfono, desde su natal Pedernales.
En su voz se mezclan el dolor, la nostalgia y la rabia. Este último sentimiento aparece cuando nombra a Juan Carlos Izquierdo, expareja de Naomi. Él fue quien encontró su cadáver, pero luego de que se lo entregara no volvió a saber de él.
Sara está segura, no solo de que su hija no se suicidó, sino que aquel joven del que ella siempre tuvo dudas como novio de Naomi, estaría involucrado en su muerte.
Sus sospechas no solo se basan en los chats, fotos y vídeos que demostrarían que él la maltrataba física y psicológicamente, sino las supuestas faltas de respeto y humillaciones que le hizo pasar delante de su familia y amigos.
Desde que Naomi se enamoró de Juan Carlos, quien es fiscal en el cantón El Carmen y que actualmente está suspendido por este caso, la veían poco.
Antes de que Juan Carlos llegara a la vida de la joven, las cuatro: Sara, Naomi y sus otras dos hijas: Tais, de 20 y Brisa, de 11, eran inseparables.
El dolor de Sara se difumina cuando la recuerda, soñadora, alegre, a la que le encantaba planificar salidas y tejer sueños que involucraban a las cuatro.
“Mamá, tenemos que estudiar diseño de modas, formar una sola empresa, las cuatro. Nosotros que somos más guapas que las Kardashians”, le decía con los ojos brillantes de emoción y la sonrisa que siempre la acompañaba.
Sara, que tiene 40 años, parece hermana de sus niñas, como llama a sus hijas, y nunca se separaron, hasta que hace un año, Naomi se enamoró. “A mí no me caía bien ese chico, pero la vi tan enamorada que accedí. Ella me pidió que la dejara ser feliz”, se lamenta.
Esa felicidad que anhelaba Naomi la alejó de su mamá, de sus amigas, de sus estudios.
Ahora la atormenta que ese distanciamiento no le haya permitido enterarse de que Naomi fue violada. Su hija guardó silencio para no preocuparla.
Dice que, en el hipotético caso de que la segunda autopsia revele un suicidio, seguirá buscando justicia porque nunca hubiera estado en la cabeza de su niña tomar esa decisión. “Ella fue humillada, maltratada. A ella la violaron y él, lejos de apoyarla, la culpó, la hizo sentir mal”.
El 27 de diciembre, mientras el país se prepara para celebrar un nuevo año, Sara esperará los resultados que, indiferente a lo que revelen, no la harán cambiar de postura: buscar que la muerte de su hija no sea en vano.
Quiere que su historia se conozca para que más mujeres estén alertas a las señales de violencia. Muchas, luego de conocer lo que vivió Naomi, se han atrevido a hablar de sus noviazgos violentos. “Mi hija es un ángel que le vino a dar luz a las mujeres”, apunta.
Quiere evitar que otras terminen como su niña, en la sala de una morgue, con médicos hurgando en sus entrañas para encontrar las respuestas que dejaron el silencio y el miedo.
Annabelle Arévalo, gestora de Servicios Integrales de Violencia Basada en Género del Centro Ecuatoriano para la promoción y acción de la Mujer Guayaquil (Cepam), explicó que hay una naturalización de la violencia hacia las mujeres y que, lamentablemente, las alarmas se encienden cuando es demasiado tarde.
“La situación de las mujeres en el país es de riesgo, donde sea que nos encontremos, porque hay una cultura machista y estereotipos que se repiten y que seguimos fortaleciendo”, lamentó.
Insistió en que se normalizan actos represivos, como el que una mujer no pueda estudiar, o no la dejen salir, o la hagan sentir culpable de las agresiones que reciben, entre otros.
Sobre Naomi, aunque se compruebe que ella se hubiera suicidado, insistió en que este tipo de decisiones las toman quienes sienten que su vida está en un camino sin salidas, a causa de la violencia. Estas muertes son motivadas por la violencia sistemática que reciben las víctimas.
“Algunos exabruptos de comportamientos, aunque no lleguen al suicidio, se dan por el dolor en el que viven. Esto las hace salir de la realidad, terminando en estados psicóticos”, añadió.
- “Este tipo de decesos resultan sospechosos”, según experta
Para Alexandra Mantilla, perfiladora criminal y perito, en un caso como el de Naomi es muy complejo diferenciar entre un homicidio o un suicidio. Esto debido a las circunstancias en las que se han desarrollado los eventos: desde el hallazgo del cadáver hasta el proceso judicial iniciado.
“Un caso así genera muchas dudas. Y más cuando a una persona se la encuentra como se halló a la chica, es decir, sentada”. Ese tipo de decesos resultan sospechosos porque no se llega a comprender cómo una persona se ahorcó en esa posición, conocida en el ámbito forense como sedente.
Por eso, a su criterio, los forenses tuvieron que centrarse en el área más afectada de la muchacha: su cuello. Según las primeras pericias, Naomi tenía un surco en su cuello.
“Se tiene que buscar toda la tipología de lesiones que, a nivel de cuello, se pudo encontrar. Eso es fundamental para poder entender las características del surco”.
Así se permitirá demostrar, técnicamente, lo que en realidad sucedió, indicó la especialista forense. (MAG)
- “Esperamos el informe final”, dijo el abogado de Izquierdo
Sara Sabando apenas podía hablar luego de atestiguar la segunda autopsia que le practicaron a su hija Naomi Arcentales en la morgue de la Policía, en Quito. “Imaginé que el cuerpo de mi hija era el de una muñeca. Traté de fingir que era una doctora”, describió antes de abandonar el anfiteatro.
Allí también estuvo presente Santiago Mestanza, abogado defensor de Juan Carlos Izquierdo, novio de la muchacha, quien dijo que no podía hablar del resultado oficial de esta segunda diligencia.
“Por nuestra parte esperamos el informe final. Por eso no se puede dar un criterio netamente acertado”. Agregó que se mantiene la reserva porque es una investigación previa.
Ante esto, Sabando indicó que no se puede anunciar nada aún ya que ni Fiscalía tiene algo definido.
“En el laboratorio de Criminalística están organizando por dónde van a empezar. Según la instrucción fiscal, son ocho días para conocer los resultados concretamente”, apostilló la progenitora de la fallecida. (MAG/Extra)