Los niños pasan más tiempo pegados al celular, computador y televisor, lo que puede afectar a su desarrollo.??Las clases presenciales y las limitaciones para salir han influido en que estén más horas frente a las pantallas. Esto ha impactado en su lenguaje, socialización e, incluso, crecen los casos de dependencia a los videojuegos.
Un estudio del Instituto Nacional de Estados Unidos revela que los niños que pasan más de dos horas observando las pantallas tuvieron los puntajes más bajos en las pruebas de lenguaje y razonamiento.
Diego Paz, psicólogo educativo, explica que, además del impacto de la luz o del uso del dispositivo, hay que pensar en el contexto y el fin con el que se lo utiliza. Es decir, no tener una exposición prolongada y no solo para entretenimiento.
Las pantallas concentran la atención mediante dos sentidos: vista y audición. Lo que ocurre, dice el especialista, es que, cuando los niños están conectados al celular o computador, dejan de lado otras actividades de contacto.
Además, la sobreestimulación visual y auditiva hace que el cerebro tenga menos posibilidades de descansar. En estos casos se empiezan a complicar los procesos de aprendizaje. Los signos iniciales son el bajo rendimiento académico, problemas al expresarse y dificultad para prestar atención o cumplir órdenes simples.
Cuando se concentran solo dos sentidos, como el visual y el auditivo, los otros no están en contacto con la realidad y pierden la capacidad de aprender. Paz sostiene que es necesario complementar con otras actividades al aire libre y con otras personas. Un 50% de los pacientes que llegan donde este psicólogo presenta problemas por el alto uso de dispositivos.
Karina Cando cuenta que su hijo Alejandro cambió completamente desde que se iniciaron las clases virtuales. Al pequeño de 12 años le encantaba estudiar, siempre cargaba sus libros y prefería escribir en su cuaderno antes que jugando con la pelota.
Cuando llegó la pandemia, se empezó a dedicar a los videojuegos, conoció las aplicaciones para comunicarse con personas de otro país y se convirtió en un experto en el manejo de los dispositivos electrónicos. Cando dice que tuvo que incluso bloquearle algunos programas, pero su esfuerzo era en vano.
Además, Cando trabajaba en el área de la salud, por lo que no podía quedarse en casa supervisando las actividades de su hijo.
Alejandro empezó a perder su interés en el estudio y, cuando su madre le quitaba la computadora, se ponía nervioso, malgenio y buscaba las formas de conectarse.
En ese momento, Cando se dio cuenta de que necesitaban ayuda y recurrió a un centro para su nivelación. Ahora que acude presencialmente a este lugar, el niño se ha empezado a interesar nuevamente por los estudios y por aprender nuevas cosas.
También contrató a una persona para que se quede al lado de Alejandro mientras está en clases virtuales. Con esto busca que se concentre y evite los videojuegos. El niño está llevando a cabo un tratamiento para dejar su dependencia a estos aparatos.
Esta madre siente que su hijo desarrolló un vicio hacia estos dispositivos electrónicos y, para evitar que siga aumentando, está pensando en retirarlo del colegio hasta que se reactiven las clases presenciales.
Nadia Goren, psicóloga clínica, explica que, aunque la dependencia en los aparatos tecnológicos ya se registraba antes, esta nueva realidad ha influido en que aumenten los casos de niños que llegan a consulta por este problema.
Uno de cada cinco de sus pacientes llega a consulta por este problema. Esta dependencia se detecta cuando los niños se empiezan a frustrar, enojar o hacer berrinches si no tienen acceso a los dispositivos o videojuegos.
Esto se relaciona con que los dispositivos ya no se utilizan para entretenimiento, sino para temas académicos y para poder mantenerse en contacto con sus amigos. Por eso, es importante que los padres pongan límites a su uso.
Hasta el momento no se ha demostrado científicamente que los videojuegos o los dispositivos electrónicos puedan generar una adicción.
Paz insiste en que los dispositivos por sí solos no son negativos. Hay que darle un sentido y un contexto adecuado a la utilización de la tecnología. Por ejemplo, pueden traer resultados positivos si están bajo una supervisión y su contenido guarda relación con la edad de los niños.
Cuando se presentan síntomas como irritabilidad o mutismo hay que evaluar si la incidencia de las pantallas u otros problemas del entorno están afectando a los niños.
Goren también ha visto más pacientes con ‘tics’ generados por estar demasiado tiempo frente a la pantalla.
En el caso de los más chiquitos, los problemas de lenguaje se relacionan con la falta de interacción con otros niños de su edad y con profesores.
Juliana Peña cuenta que su hijo de dos años y medio regresó recientemente a su establecimiento escolar para fomentar su socialización.
El niño no habla con otros de su edad. Además, la madre ya no quiere que su hijo pase todos los días una hora frente al computador, ya que ha escuchado de los problemas que esto le podría ocasionar en el futuro.
Los especialistas, al igual que la Asociación Americana de Pediatría, recomiendan que los niños menores de dos años no se expongan a las pantallas. Entre los dos y cuatro años deberían conectarse media hora y, a partir de los cuatro, máximo dos horas.