En un solo cuadro se muestra parte de la vivencia de la zona rural manabita. Un adulto mayor comienza a desgranar la higuerilla, mientras en la parte posterior en una casa de caña guadúa levantada sobre horcones (gruesos maderos), con techo de cade, una mujer lo observa con ávida atención.
Vicente Ferrín Villavicencio, de 52 años, dice que esa imagen quedó prendada en su mente años atrás cuando visitó la comunidad de Higuerón en la vía a la parroquia Crucita de Portoviejo; ese, según el autor del cuadro, es la esencia manabita que durante más de 40 años ha retratado y evidenciado.
Una pelea de gallos con un público exultante por conocer cuál de las dos aves ganará la competencia, dos mujeres cocinando en horno de leña y usando utensilios, y otros cuadros relacionados a la flora y fauna existentes en Manabí son llevados al óleo por parte de Ferrín, portovejense que quiere legar parte de la historia gráfica manabita a futuras generaciones.
“Me identifico con la identidad manabita, soy costumbrista, me gusta enfocarme en lo que nosotros tenemos, una riqueza maravillosa en flora y fauna, siempre donde me toca representar mi arte llevo mi costumbre manabita”, manifestó.
Sus cuadros son exhibidos esta semana en la segunda planta del Museo Portoviejo y Archivo Histórico de esta ciudad. Pero Ferrín planea seguir exponiendo sus cuadros hasta concretar la ubicación de un museo dentro de su hogar, ubicado en la ciudadela Portoviejo, a 3 kilómetros al este del centro de la capital manabita.
El arte, dijo Ferrín, lo adquirió en su etapa escolar. “Gracias a Dios tengo ese don y lo voy desarrollando año tras año, a nivel de escuelas y colegios”.
En el 2010 en Ambato obtuvo el segundo lugar en este tipo de exposiciones, pero indica que el mejor premio que puede obtener es ver la satisfacción de quienes observan sus cuadros y evidencian una especie de dejà vú, al identificarse con su infancia en la zona rural manabita.
Elías Mendoza, quien apreció los cuadros de Ferrín en el Museo portovejense, indicó que la perfección y colores en cada cuadro relatan la alegría con la que los manabitas se muestran ante el mundo.
“El manabita es querendón, siempre te da la mano, es alegre, canta, relata amorfinos, es un ser lleno de luz, que contagia, y en estos cuadros se observa esa alegría”, refirió Mendoza. (El Universo/Neptalí Palma)