No es una exageración, pero en Manabí el chifle se vende como ‘pan caliente’. El uso de este alimento se ha extendido en la provincia, debido a su importante producción de plátano barraganete.
Tanto es así que en Manabí existen 260 locales que elaboran chifles.
La atención en las chiflerías empieza desde las 06:00 y al mediodía la producción diaria está a punto de terminarse.
Los compradores de los 360 locales son familias, turistas y propietarios de restaurantes, especialmente de comida tradicional y marisquerías.
El chef mantense Rolando Zambrano señala que el chifle es para el manabita lo que el pan es para el ambateño o el quiteño. “En los barrios tradicionales de Manta y de Calceta hay más chiflerías que panaderías”. De hecho, esa fritura reemplaza al pan en los desayunos de los hogares manabitas y en los encebollados.
Los restaurantes también lo sirven como una entrada, acompañado de salprieta.
La mayoría de chiflerías está en Manta, Portoviejo, Chone, Bolívar, El Carmen, Paján y Jipijapa. Son locales pequeños en los que máximo trabajan cuatro personas.
El chifle, en fundas transparentes, se exhibe en estantes de madera, como el pan en las vitrinas. En la chiflería Niño Erick, ubicada en el barrio Los Esteros de Manta, los compradores hacen sus pedidos desde sus vehículos. “El secreto del chifle es freírlo a una temperatura adecuada para que no se embeba de aceite”, cuenta Rodolfo Cedeño.
Según la Asociación de Productores de Plátano y sus Derivados, a diario en Manabí se producen unos 20 000 kilos de chifle. En los feriados, la producción aumenta hasta un 50% porque la clientela de los restaurantes crece.
Elisa Loor, propietaria de la chiflería Loor en Manta, cuenta que durante los feriados venden hasta 1 000 kilos. A diario, la producción solo alcanza los 500 kilos. “Las personas hacen largas filas desde la mañana y se llevan el chifle en grandes cantidades”. En las chiflerías se venden desde fundas de 50 gramos hasta bolsas de tamaño industrial.
Si bien las chiflerías manabitas tienen más de 50 años de creación, en la actualidad hay una tendencia de convertirse en un negocio con marca.
Estos emprendimientos aparecieron para evitar que el plátano que no se vendía se madurara. O se vendía a muy bajo costo a las porcicultoras.
En las plataneras, las mujeres empezaron a freír el plátano que sobraba y lo incluían en las comidas e incluso se lo obsequiaban a los intermediarios que les compraban las cajas de plátano. Con el tiempo se empezó a vender a las familias, quienes se ahorraban el tiempo de pelar y freír el verde.
“En invierno hay sobreproducción de plátano y no todo se vende porque los precios varían de acuerdo con la demanda”, dice Jorge Mendoza, de la Asociación de Productores de Plátano y sus Derivados.
Hay dos tipos de chifle. El que se vende a diario en las chiflerías, que es artesanal y se caracteriza porque es largo, delgado, crocante y sin sal.
El otro es un ‘snack’ con diseños en el empaque, saborizados y en la mayoría de los casos la forma es circular, del tamaño de una moneda.
Según la Prefectura de Manabí, hasta el 2018 se habían registrado unas 20 marcas del chifle comercial, que se venden en las tiendas e incluso en las cadenas de supermercado locales y nacionales.
Negocios como Prieta Pintón, de Jipijapa, han innovado en la preparación al incorporar salprieta a las rodajas de plátano. O el emprendimiento Del Mejor, que tiene un chifle con sabor a encebollado.
Ese tipo de negocios surgieron a raíz del terremoto. Los emprendedores recibieron cursos a través del proyecto Cuna de Emprendedores, de la Prefectura. Ahí aprendieron sobre fórmulas alimenticias, diseño de marcas, contabilidad y obtención de permisos para poder vender en supermercados. En Portoviejo, la empresa Tropimax exporta chifles a 33 países de Europa y América. (El Comercio)