Zimbabwe autorizó el sacrificio de 200 elefantes para mitigar el hambre provocada por la sequía más severa en décadas.
Con cerca de la mitad de la población en riesgo de hambruna, las autoridades decidieron utilizar la carne de los elefantes como alimento.
Según Tinashe Farawo, portavoz de la Autoridad de Parques y Vida Silvestre, la población de elefantes del país, que supera los 84.000, es casi el doble de su capacidad sostenible, lo que agrava los conflictos entre humanos y fauna salvaje.
La medida sigue a la decisión de Namibia de sacrificar 700 animales, incluidos elefantes e hipopótamos, para paliar la inseguridad alimentaria en comunidades afectadas por la sequía.
A pesar de la justificación basada en la sobrepoblación y la falta de recursos, organizaciones conservacionistas y activistas por los derechos de los animales criticaron fuertemente la decisión.
El sacrificio, afirman, podría generar una demanda insostenible de carne de fauna salvaje.
La ministra de Medio Ambiente de Zimbabwe, Sithembiso Nyoni, declaró que la sobrepoblación de elefantes pone en peligro tanto a los animales como a los seres humanos, quienes sufren ataques fatales de los paquidermos en su búsqueda de agua y comida.
En lo que va del año, 31 personas murieron en Zimbabwe como resultado de estos conflictos.
Aunque Farawo defiende la matanza como una medida de control de la población de elefantes, los críticos señalan que los sacrificios no son una solución a largo plazo y que el uso de la fauna salvaje para aliviar la inseguridad alimentaria puede tener consecuencias devastadoras para la conservación.