Está vivo porque Dios es grande y de puro milagro. Así de claro. El pasado fin de semana, el exjugador del Barcelona, Luis Oswaldo Gómez Cáceres, El Chino, volvió a nacer: ¡lo secuestraron junto con su familia!
Y es que el sábado 8 de febrero, el querido Chino fue víctima de un secuestro y un posterior robo cuando viajaba entre Guayaquil y Manabí.
El siguiente es su conmovedor relato sobre la amarga experiencia de estar en manos del hampa, como ‘a la buena de Dios’…
UN DURO DRAMA
“Tenía dudas sobre publicar, o no, el hecho. Lo quería hacer para que otras personas puedan prevenir y no les suceda esto”.
“Pero no lo quería hacer por el riesgo que me conlleva con mis eventuales captores. Ellos me dijeron que sabían quién soy y dónde encontrarme. Aunque advierto que trataré de ser cortés, como fueron ellos los que me retuvieron”, confiesa el exvolante del Ídolo.
“Conducía mi auto en compañía de mi esposa e hijo. Era un viaje entre provincias por una vía poca transitada. Nos interceptaron, nos cerraron camino, se bajaron tres personas y nos apuntaron con armas de fuego”, relata. “Me pusieron en el asiento trasero junto a mi familia. Éramos seis ya en el auto. Como medida de protección les dije rápido quien era yo:
– ¡Soy el Chino Gómez!
El jefe respondió:
– “¡No somos barcelonistas, no te conozco!”.
“Por un camino de tierra salimos de la ruta entre Guayaquil y Manabí. Esto tardó unos 20 minutos. Nos bajaron y nos sentaron en el suelo. Pedimos que nos respetaran la vida y dijimos que colaboraríamos”.
“ El chofer nos había jurado que todo saldría bien, que no nos tocarían, lo mismo que el joven que nos acompañaba en el asiento de atrás”, afirma.
“Nos metieron monte adentro. Fue un momento tenso. Pensamos lo peor. Esperamos cerca de dos horas y media. Rezamos. Hablamos con quienes nos cuidaban. Mi hijo pequeño conservó la calma. Fue muy valiente para la edad que tiene. Jamás olvidaré su tranquilidad”, recuenta.
Y prosigue: “El momento más triste, difícil y amargo fue cuando escuchamos que cerca de donde estábamos cavaban, nos miramos entre los tres, intentamos tener la mayor fe posible, pero no había explicación alguna para que ellos hagan eso, no al menos en ese momento, una vez pasado el percance comprendimos lo que hacían, ocultaron ahí el dispositivo” dice Gómez.
ARMAS DE FUEGO
“Nos respetaron dentro de todo, nos tranquilizaban por momentos, nos pasaban cosas nuestras para que estemos algo cómodos en la espera, nos decían que hacían esto porque no hay trabajo en ningún lado, se hizo de noche, ya no se veía prácticamente nada”.
“Se acercaron con armas en mano y sentí que era el final de todo o habría una nueva oportunidad de disfrutar la vida. Nos indicaron cómo debíamos salir de ahí, hacia a donde caminar. Nos dieron dinero para el taxi (lo cual agradecimos, qué irónico, nosotros agradeciendo) y nos devolvieron prácticamente todas nuestras pertenencias, incluida una camiseta de Barcelona que aprecio mucho, más mi gorra que tanto me gusta. Sentimos que encendieron el auto y se fueron”.
“Nos abrazamos, oramos, agradecimos, cargamos nuestras cosas, caminamos en plena noche -según sus indicaciones- por un camino que no se veía a más de 10 metros. Llegamos a la vía principal, pedimos auxilio y volvimos en taxi a casa”.
“Se había terminado el momento más terrible que nos ha tocado vivir como familia, pero estoy seguro creará un vínculo de fortaleza y fe eterna entre nosotros”. (JR/Extra)