La expresidenta de Brasil Dilma Rousseff (2011-2016) aseguró hoy que «libre o preso, Lula será elegido presidente» en las próximas elecciones del país, y declaró que teme por su vida.
La exmandataria de la nación suramericana presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires «La verdad vencerá», una obra escrita por el propio expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), al que la Justicia impide competir por estar cumpliendo condena en unos comicios en los que aparece como favorito en todas las encuestas.
Acompañada del expresidente colombiano Ernesto Samper y el exalcalde de Ciudad de México Cuauhtémoc Cárdenas, y miembros de la oposición argentina, Rousseff sostuvo que Lula ya no es solo «una persona física, es una idea», y que «se ha convertido en un símbolo de Brasil, de las oportunidades para que el pueblo pueda crecer».
En el acto, en el que no cesó de corearse «Lula Libre», la expresidenta mostró su preocupación por la estancia en prisión de Lula: «Temo por la vida de Lula, temo por la comida que ingiere y el agua que toma, temo porque impidieron que lo visite un médico».
Rousseff calificó de «golpe» la encarcelación del septuagenario dirigente, efectuado porque la oposición «no tiene candidato» y observó que Lula se imponía en cualquier encuesta, dijo, y aseveró que el producto del «golpe» ha sido «el sentimiento del odio, la extrema derecha y la división del país».
En este contexto, Lula es «la única persona en Brasil que está en condiciones de construir puentes, de impedir que el odio se convierta en violencia», un clima que opinó que se vive actualmente en el país, y puso como ejemplo el asesinato de la activista Marielle Franco, que tiene «contenido político».
Para Dilma Rousseff, destituida por el parlamento brasileño, en su país «es un crimen colocar a los pobres en el centro» del programa político, que molestó porque «antes los recursos económicos estaban extremadamente concentrados».
La expresidenta brasileña también se refirió a la «desastrosa» decisión de algunos países de abandonar la Unasur, un «atraso absurdo» del que culpó a los Gobiernos conservadores y su miopía política, y criticó que «esto no pasa en otras regiones del mundo».
Otro de los puntos que censuró fue la militarización de las favelas: «El crimen organizado no está en los barrios populares», dijo, y argumentó que estos «no tienen sistema financiero para lavar dinero, no tienen estructura para comercializar armas ni para traficar droga en grandes volúmenes».
El expresidente colombiano Eresto Samper (1994-1998) declaró que «detrás del tema de Lula hay una persecución hemisférica de las fuerzas progresistas de América Latina».
Samper apuntó como responsables a grupos económicos, mediáticos y judiciales como las «fuerzas oscuras», que se han convertido en los nuevos actores políticos principales «sin representar políticamente a nadie», y les señalo en otros casos como la victoria del «no» en el primer referéndum por la paz en Colombia.
En la misma línea, el exalcalde de Ciudad de México Cuauhtémoc Cárdenas definió la destitución de Rousseff como «el golpe del proyecto hegemónico de despojo a nuestros pueblos y de la corrupción legislativa», que se prolonga con la prisión «sin causa y arbitraria» de Lula.
El Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel aseguró que Brasil «hoy no tiene libertad», porque se han «atacado, perseguido y asesinado» a miembros de la oposición.
Por su parte, la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, quien habló de Lula y Rousseff como sus «queridos amigos», destacó que las Abuelas «veneramos a Brasil porque fue el primer país latinoamericano que nos abrió los brazos en épocas muy peligrosas». EFE