Cientos de personas han abandonado las poblaciones y comunidades rurales de la provincia de Esmeraldas, en el norte de Ecuador, a raíz del deterioro de la seguridad desde finales de enero.
Así dijo a Efe el padre Ottorino Poletto, párroco de Mataje, la localidad quizás más afectada por la situación de inseguridad y muchos de cuyos habitantes se han desplazado en busca de refugio hacia el sur, entre otros lugares a San Lorenzo.
«Actualmente alrededor de 400 personas se encuentran albergadas en esta ciudad, en casas de la catequesis, centros comunitarios y en escuelas que no son utilizadas», dijo el párroco, que no supo precisar el número total de desplazados.
La huida de habitantes se debe a las sucesivas explosiones que han tenido lugar en la frontera con Colombia, en la que han muerto cuatro militares y casi tres decenas resultaron heridos, así como por el secuestro y posterior asesinato de un equipo periodístico del diario El Comercio.
Esta misma semana, las autoridades informaron de un nuevo secuestro en la zona, el de una pareja de la provincia de Santo Domingo, al oeste de Quito.
Ecuador atribuye los ataques a la banda de alias Guacho, un disidente de las FARC presuntamente vinculado al narcotráfico.
En las ultimas semanas el Ejército ecuatoriano ha intensificado sus operaciones en la zona, lo que hace temer a la población que se conviertan en blanco de un fuego cruzado o de los atentados de la banda delictiva.
Poletto, que lleva dos años como párroco de Mataje, explicó que en los albergues de San Lorenzo, a apenas 37 kilómetros, se encuentran en su mayoría mujeres y niños.
«Los hombres se quedan en sus casas cuidando las fincas y alimentando a los animales», declaró.
La huida ha afectado sobre todo a las pequeñas comunidades de El Pan, Mataje Alto y Las Juntas, que a partir de febrero, con las primeras explosiones, comenzaron su éxodo.
Poletto, que vive en San Lorenzo y viaja todas las semanas a las comunidades para apoyar a la población que aún se encuentra en esos lugares, asegura que «no son fantasmas y tampoco están deshabitados del todo».
Pero reconoce que «la misa se realiza con diez o quince personas».
De la rutina estos últimos meses en las poblaciones fronterizas dice que se vive «en constante incertidumbre» y que los habitantes «no saben dónde ampararse porque se sienten atemorizadas por los secuestros».
Y si bien transmite un mensaje de preocupación por el bienestar de sus feligreses, también hace hincapié en que la población local no se ha visto directamente afectada por el grupo disidente.
«Los atentados y secuestros se han dado con personas que no residen en Mataje», recuerda.
Los desplazados han encontrado refugio tanto en albergues de la Iglesia como en las casas de sus amigos y familiares, porque todos se conocen.
«Algunos de los comuneros se quedan con sus familias o amigos cercanos, la gente es solidaria y se ayuda entre sí», insiste el padre Ottorino.
Para la población del lugar el tránsito hasta Mataje está abierto por lo que muchos habitantes viajan a diario a visitar a sus familias en San Lorenzo y regresan luego de saber que están bien.
El trabajo de los religiosos se ve apoyado también por el Estado, y el martes la ministra de Inclusión Económica y Social, Berenice Cordero, sostuvo que «se está brindando consejería y apoyo psicosocial a 151 personas, entre niños, adolescentes, adultos mayores y mujeres embarazadas».
Las autoridades ecuatorianas también han entregado kits de aseo, limpieza, dormitorios y prendas de vestir a los desplazados, que por el momento no saben cuando regresarán a sus casas. EFE