Por: Fernando Pérez Suárez
Muy cerca del manglar y a pocos metros del estuario del río, en Bahía de Caráquez, se asienta el Conjunto Habitacional Acuarela, donde vive Milagros Guadalupe Cruz Zambrano, quien cumplió 12 años el pasado 13 de agosto.
Esa mañana, ella salió a nuestro encuentro con sus padres y fue muy agradable la corta conversación que mantuvimos.
Debido a una retinopatía de la prematuridad, la visión de Milagros es casi nula, a lo que se suma el problema de la discapacidad intelectual, por lo que hay que tener más cuidados con la pequeña.
A pesar de esas limitaciones, es muy extrovertida y al hablar de su cumpleaños dijo que quería una celebración “con torta, caramelos, galletas y sánduches… ¡falta la cola!”, advirtió.
Cuenta que ella cobra el bono cada mes y que “la plata la guarda en la alcancía”.
El día de la visita a casa de Milagros fue sábado y le pregunté si iba a la escuela y me dijo que no, “porque hoy ni mañana hay clases”. Se nota en ella agudeza para contestar, aunque su pronunciación delata su estado
intelectual.
Se emociona fácilmente al tocar temas que le gustan.
Me contó que estaban ensayando unas canciones y no tuvo reparo alguno para cantar el “Baile del Sombrerito”, siendo yo su dúo improvisado. Luego insistió en dedicarme un verso y me dijo:
Allá arriba en esa loma
me tiraste un limón
y al verte la carita
me palpita el corazón
Tiene un perro que se llama Skiper y empieza a imitar los ladridos, luego maúlla como un gato y se distrae fácilmente.
Luego, a sugerencia de su madre, cantó una alabanza y después se enfrascó en una conversación repetida.
En el conjunto habitacional, en una casa de dos plantas vive una familia que tiene que velar por una niña que necesita cuidados especiales.
Es de desear que la sociedad empiece a sensibilizarse ante las necesidades y las capacidades de gente especial, pues ellos requieren más que otros, este apoyo. Y la pequeña Milagros es una de ellas.