La proliferación de motocicletas en las calles del país se ha convertido en un suplicio para los peatones y, sobre todo, para los conductores de automóviles, que deben estar atentos cuando aparecen vertiginosamente por la izquierda, derecha o de frente.
A nivel de país, de enero a mayo, 89.294 motos nuevas ingresaron a las vías y en 2021 se vendieron 164.551. Solo en Quito existen 125.000 motocicletas.
Su presencia en las calles va de la mano con el aumento de las infracciones de tránsito. La Agencia Nacional de Tránsito indica que los motociclistas tienen el primer lugar en accidentes viales, son los que más mueren y los que más quedan lesionados.
“El motociclista es el actor vital más indefenso. No tiene carrocería, no tiene airbag, no tiene parabrisas. No es lo mismo un siniestro vial a 20 kilómetros (por hora) en un auto que en una moto. Si se cae, puede sufrir una lesión leve hasta permanente”, detalla Darío Paladines, presidente de la Asociación de Motociclistas del Ecuador.
En medio de una congestión vehicular, alrededor del sector de La Carolina, se ve cómo los conductores aprovechan cualquier espacio para avanzar con sus motos, serpenteando por entre los autos y buses. Lo mismo si rebasan por la izquierda que por la derecha: se atreven a todo. Y cuando ya no queda espacio en el asfalto, los motociclistas se suben a las zonas peatonales, van en contravía o usan los parterres.
Para los conductores de carros, los motociclistas son “salvajes en ruedas”, dice Guillermo Santoro. Pero para Melvin Guerra, “los que van en autos se creen dueños de las vías”.
En medio de estas acusaciones, Paladines dice que Quito se ha convertido en una “selva de concreto”. “Los actores viales, es decir el peatón, el motociclista y el conductor de carros, se enfrentan entre sí, no conviven en armonía”.
La solución, según el dirigente, comienza con volver a la educación vial desde las aulas y hacer campañas para concientizar a todos los grupos.
Otra necesidad que tiene la ciudad es controlar a los conductores de motos que no tienen papeles. La mayoría son extranjeros. El carro de Paola Vinueza fue chocado en abril por un repartidor de una aplicación de comida. Cuando el agente metropolitano llegó supo que el joven no tenía licencia, ni cédula. Ni siquiera la moto estaba a su nombre.
Paladines dice que así como hay motociclistas que no cometen infracciones, varios de los que trabajan en ‘delivery’ “llevan cascos que parecen bacinillas y por llegar a tiempo se suben a las aceras, van en contravía, tumban espejos. Por eso los conductores de autos no nos quieren y tienen razón”. (El Comercio)