Cecilia (nombre protegido) tiene que alimentarse y servirse colada todos los días. La bebida le proporcionará los nutrientes que necesita para lactar a su hijo de seis meses.
El infante también debe seguir una alimentación a base de papillas.
La mujer sigue al pie de la letra los consejos médicos. Las condiciones en las que crece su hijo no son las mejores, pero quiere “criarlo de la mejor forma”.
Cecilia tiene 25 años; a los 20 fue madre primeriza. Pero el alumbramiento de su segundo vástago fue muy duro.
A un mes de nacer su hijo, la joven fue declarada culpable por el delito de estafa; está a la espera de la sentencia.
Ella presentó un escrito al juez de que estaba dando de lactar a su bebé y fue trasladada al Centro de Rehabilitación Social Femenino Portoviejo (Manabí).
Ahí hay 95 mujeres privadas de libertad, de las cuales 80 son madres; Cecilia es la única que está junto a su hijo.
El modelo de gestión penitenciaria permite que las mamás vivan con sus hijos hasta los 36 meses de nacidos (3 años). Luego, los infantes van a una familia ampliada (padres, abuelos, tíos, etc.).
Eso lo sabe muy bien Cecilia y, aunque le duele la idea de separarse de su bebé, espera que pronto se reúna con su hermano.
Según el Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de la Libertad y a Adolescentes Infractores (SNAI), hasta abril de este año hubo 38.584 personas en las cárceles del país.
De ese número, 2.525 son mujeres; al menos el 90% es madre, refirió Víctor Jácome, director de Régimen Cerrado.
Jácome advirtió que las madres en etapa de gestación o con niños son un grupo de atención prioritaria. Por ello, se han adaptado guarderías o espacios de convivencia para los pequeños.
El técnico recordó que hace 15 años, cuando fue director de la cárcel de mujeres de El Inca, había sobrepoblación de niños “cumpliendo una condena ajena”.
Solo en ese centro convivían 600 damas y 300 niños. Luego de reformas en el sistema penitenciario, se redujo la cantidad de párvulos.
Ahora, la población materna se divide en 3 grupos.
El primero, las que tienen a sus hijos criándose fuera de las cárceles; el segundo, las madres con niños de hasta 36 meses. A escala nacional, hay 64 en esta condición.
En el tercer grupo se ubican las mujeres en estado de gestación. Hay 21 casos.
Convivir con las madres es difícil
El SNAI reveló que el 70% de las señoras está en prisión por tráfico de drogas; el resto, por robo, estafa, abuso de confianza. En un bajo porcentaje es por delito sexual.
El sociólogo Sergio Boada explicó la razón de esta tendencia. “Son jefas de hogar y buscan ingresos. Ahí caen en las redes de tráfico”.
Jácome añadió que las madres vieron esa labor como un trabajo, sin darse cuenta de las consecuencias. “Los delitos que pagan son producto de la necesidad”.
Ese fue el caso de Luciana (nombre protegido), quien cumple 10 años de prisión por dicho delito.
Hace cuatro años, la mujer y un acompañante cruzaron el puente de Rumichaca. Al pasar a Tulcán, el vehículo fue interceptado por agentes antinarcóticos que encontraron varios bloques de droga.
Luciana celebró el cumpleaños de su hija, de un año, en el Centro de Rehabilitación de Atención Prioritaria para Mujeres de Quito, en Chillogallo (sur), en donde hay 35 señoras.
“Ser madre en la cárcel es una doble condena. Sufro por la sentencia, pero más duele que mi hija pase necesidades”.
Similar dolor siente Cristina (nombre protegido), quien es compañera de celda.
La mujer tiene cuatro hijos, los tres primeros de 16, 14 y 12 años. El último nació en 2018, cuando Cristina cumplió dos años de prisión por tenencia de cocaína.
Un grupo de policías entró a su casa, en el norte de Quito, donde encontraron la sustancia. Fue arrestada junto a su esposo “y conocido en común”, quien era el dueño del alcaloide. El juez les impuso una sentencia de 13 años.
Su marido está en el Centro de Rehabilitación Social Cotopaxi, en Latacunga, pero eventualmente realizan visitas conyugales.
La mujer reconoció que al principio tomaba píldoras anticonceptivas, pero las dejó y su esposo tampoco se protegió. “Cuando supe que iba a ser mamá, sentí alegría, pero también tristeza, porque los niños no deben estar en las cárceles”.
Cecilia y Luciana coinciden con que su maternidad es difícil porque deben compartir la celda con otras 10 madres e igual número de niños.
“Espero dar lo mejor a mis hijos, pero en esta circunstancia, lo que debemos hacer es cumplir la condena”.
En su día no pudieron compartir con sus hijos
La emergencia sanitaria por el covid-19 obligó a los administradores de los centros penitenciarios a suspender las visitas, como medida de seguridad. Las madres no pudieron recibir a sus hijos y seres queridos durante su día.
No obstante, dentro de las instalaciones, el personal administrativo organizó algunas actividades sociales para ellas.
Fue el caso del Centro de Rehabilitación Social Femenino de Portoviejo. Su coordinadora, Katherine Santos, informó que el pasado viernes se realizó un pequeño agasajo y se ofreció un refrigerio a las madres.
Además, participaron en la proyección de un cortometraje, a cargo del elenco de Enchufe TV.
En la trama, los actores interpretaron el rol de las mamás desde una óptica positiva.
Santos contó que las madres no solo esperaron recibir un festejo, también quisieron manifestarse en el combate a la pandemia. Ellas elaboraron mascarillas y trajes de bioseguridad para el personal médico y de la fuerza pública.
Una comitiva donó 100 equipos de protección y 1.000 mascarillas al hospital Rodríguez Zambrano, de Manta. La misma entrega hicieron a los agentes de la Policía Nacional, para que laboren en condiciones sanas y seguras. (El Telégrafo)