Por: Lissete Pesantez
En la entrada de un portal Monserrate A. se encuentra enajenada. Se cree una gitana, el personaje que ella ha creado en su mente.
Su carita sucia, una vincha mal colocada en su cabello enredado, llaman la atención de la gente que la mira de reojo.
Se alimenta en las calles, pidiendo comida en los restaurantes y cuando visita a su hermana, de vez en cuando, come en casa.
SU VIDA
«Monse» nació en el año 1967. La felicidad de sus padres al verla en sus brazos era impresionante. Ella era la última de cuatro hermanos, una bebé normal que llegó a vivir en un hogar humilde de la ciudad de Manta, no le hacía falta el amor de su familia.
Sin embargo, a los 8 años, su vida empieza a cambiar cuando pierde a uno de sus grandes amores: su padre.
Monse, como la llaman los conocidos era la engreída de papá, cuando conoció que él había fallecido quedó fuertemente impactada.
Las lágrimas caían sobre su rostro, el dolor destrozaba su alma, no sabía qué hacer con sí misma, la ausencia de no ver más a su figura paterna produjo en ella una depresión galopante. Tiempo después decidió irse de casa.
En ciertas noches retornaba a su vivienda y allí era el único momento en que se sabía de ella. Se acostumbró a salir de su vivienda, le afectó demasiado no ver el rostro de su héroe, aquel con quien jugaba, reía y era su motor de vida.
Su hermana mayor, María A., decidió llevarla al médico para ver cuál era el problema que tenía Monse. Después de los análisis el diagnóstico del doctor fue que la falta de su padre le impactó demasiado y que unos cuantos calmantes le iban a tranquilizar.
Al pasar los meses Monse logró recuperar su autoestima y aceptar la ausencia de su progenitor. Su familia ya no estaba completa, pero el afecto y cariño de sus hermanos mejoraba su actitud. Terminó la primaria en la Escuela 10 de Agosto.
Una tarde su madre se enfermó gravemente. En el transcurso del tiempo otra vez la desgracia volvió a tocarla, su figura materna falleció. Monse quien estaba recuperada de la depresión recayó y retomó de nuevo las calles.
Hizo de su vida una historia que ni ella ni su familia lo imaginaban. Empezó a vivir en las vías públicas, como una errante. Sus parientes no pudieron retenerla y la dejaron vivir libremente.
Como parte natural de la vida todos los seres humanos experimentan el duelo de un ser querido, pero no todos reaccionan de la misma manera y el caso de Monserrate no es la excepción.
Esta pequeña niña que caminaba por la calle tan ingenua e inocente no la detenía el miedo para dormir en los portales. Una de esas noches frías una figura la miró mientras dormía y se le acercó lentamente con malévolas intenciones.
El malvado hombre consumó sus más bajos instintos. Fruto de esa violación Monse quedó embarazada de una niña. A los pocos meses la historia se repitió y esta mantense volvió a quedar embarazada, ahora de un varón.
En el proceso de gestación nunca se colocó una vacuna, ni siguió el procedimiento de un embarazo, los dos partos que tuvo fueron naturales, fue atendida por una partera en casa de su hermana. Nunca les dio de lactar a sus dos hijos y María su hermana se hace responsable de la crianza de sus sobrinos ya que ella no podía atenderlos por el problema esquizofrénico que tiene.
Monse es una mujer que aun cumple con su ciclo menstrual, pero por su condición no usa las toallas femeninas, sino que acude a los instrumentos más tradicionales para afrontar esa etapa normal en la vida de una mujer.
En la actualidad tiene 51 años de edad. Sabe escribir, leer, contar y hasta coser ropa, entre sus brazos sostiene un muñeco a quien llama hijo, en sus pasatiempos elabora la vestimenta del muñeco.
Sus manos sucias parecen guindaderas de fundas plásticas también llenas de desechos, pero que para su imaginación son objetos valiosos.
Muchas personas la llaman “María”, ella sonríe con un poco de vergüenza y timidez. Se la ve recoger dinero en las calles, algunas personas no le colaboran piensan que lo necesita para drogarse, pero no es así. En sus momentos de lucidez ese dinero se lo entrega a su hijo a quien reconoce como Jesús A.
Sus hijos en la actualidad son adolescentes, y llevan el apellido del esposo de su hermana. Su hija mayor Gema no la reconoce como su madre, sino como una desconocida.
Jesús en cambio relata que a los siete años logró entender la enfermedad que tenía su progenitora, le queda claro que su tía lo ha criado y lo seguirá criando hasta cuando sea necesario, pero aun así mirándola desde lejos sentada en una vereda no deja de decirle mamá.
Jesús, quien tiene 17 años, ha decidido terminar el colegio y no asistir a la universidad, ya que su familia es de escasos recursos económicos, el tiene decidido que una vez graduado irá a trabajar para poder recompensar todo lo que le ha dado su tía.
«Lo que le pasó a mi madre le puede pasar a cualquiera y no me sorprende verla en la vía pública caminar. Es mi fortaleza para seguir adelante, mirarla en un estado tan incontrolable no hace que la vea con mala cara, antes agradezco a Dios porque gracias a ella estoy aquí en este mundo, sea lo que sea en mi mamá sin importar la circunstancia», expresó su hijo.
Hubo un tiempo en que Monse se volvió agresiva con las personas, a quienes tenían el cabello largo se les acercaba y halaba; o al ver niños en la calle con sus padres quería quitárselos diciendo que eran de ella. Esto sucedió en el barrio 20 de Septiembre, de Los Esteros.
Su hermana María A. expresó que médicos del centro de salud brindaron ayuda a Monsita en trasladarla a el hospital psiquiátrico Lorenzo Ponce en la ciudad de Guayaquil a donde fue llevada con engaño ya que no quería ingresar a ningún tratamiento para cambiar su estilo de vida.
Sin embargo, llegando al lugar los doctores la examinaron y percibieron que, aparentemente, ella es una paciente normal.
Asombrados preguntaron cuál era el motivo por el que la querían ingresar en el nosocomio si la paciente estaba en buenas condiciones.
Intervino la familia explicándole que ella era enferma y querían un proceso de recuperación. Los profesionales detectaron que esta manabita sufría de nervios y eso hacía que tenga personalidad bipolar. La recomendación fue que no era necesario encerrarla, un par de pastilla controlarían la enfermedad.
María A., hermana de Monse y a la vez madre de crianza de sus hijos en ciertas ocasiones no puede dormir, vive con la preocupación de que en algún momento le puede ocurrir alguna desgracia y no volver a saber más de su hermana.
La difícil situación económica que atraviesan los limita para encontrar un tratamiento efectivo que saque a Monse de las calles y la aleje de los peligros.
Según la Organización Mundial de la Salud la esquizofrenia afecta a alrededor de 21 millones de personas en todo el mundo.