Los indigentes en la línea más cercana al coronavirus. No tienen cómo enfrentarlo

A Cristina, vivir en la calle la da exactamente igual que la pestilencia a orina que satura la esquina en la que duerme. Desde hace tres años, su casa es un portal en Lorenzo de Garaycoa y Luis Urdaneta, en el centro de Guayaquil.

En ese tiempo, la joven de 21 años jamás había sentido temor de vivir a la intemperie, hasta ahora. Mientras todos se encierran en sus hogares por el coronavirus, ella no tiene paredes que la resguarden de la enfermedad.

Sus enormes ojos negros buscan, sin éxito, a la gente que a diario pasaba frente a su colchón ennegrecido. El miedo se dibuja en su rostro moreno porque el virus le genera una incertidumbre que no había sentido desde que su esposo la botó de su hogar, en Durán.

Personas indigentes no tienen cómo protegerse del covid-19
Personas en situación de riesgo deambulan por el centro de Guayaquil 

¿Quién le lanzará un pedazo de pan? ¿Quién le regalará agua? Y más aún: si se contagia del COVID-19, ¿quién la cuidará?

Rodolfo Baquerizo, coordinador zonal 8 del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), asegura que la institución está realizando brigadas médicas a las personas en situación de calle. Sin embargo, Cristina no los ha visto por su esquina.

Imagina que nadie se ha acercado a ayudarla porque es joven. De acuerdo con Baquerizo, el monitoreo diario está enfocado en los menos de 20 adultos mayores que, calcula, están en situación de mendicidad.

En la Zona 8 el MIES tiene dos casas de acogida de atención directa y 14 por convenio, que atienden a 343 personas. Añade que están buscando un lugar para poner en cuarentena a los indigentes que aún están en las calles.

Mientras tanto, los adultos mayores, que son más vulnerables, siguen caminando por la ciudad, sin saber a dónde ir.

Desde Quito

Personas indigentes no tienen cómo protegerse del covid-19
Un hombre duerme en el atrio de la iglesia de San Francisco de Quito. 

En la capital la situación es similar. Luis Olmedo deambulaba ayer en el centro histórico. Con 75 años, buscaba un lugar seguro para escapar del virus. Daba vueltas. Y nada. Un hostal le abrió las puertas, pero pronto huyó de allí porque el dinero no le alcanzaba. Al mediodía, un policía que lo encontró en la calle lo condujo hasta la Casa del Hermano, un centro para adultos mayores situado en la avenida 24 de Mayo.

Con suerte, el ancianito se topó de frente con Gabriela Cevallos, directora de ejecución técnica del Patronato San José. Y en medio de aquella oscuridad escuchó, por fin, lo que quería escuchar: “Venga a comer un platito de comida”. Apenas alcanzó a decir que había llegado de Quevedo porque en la capital debían tratarle una enfermedad que nunca reveló…

No era el único. Como él, otros adultos mayores caminaban, dormían, bebían alcohol, se drogaban… en las veredas y afuera de las iglesias. Cevallos dijo que son “personas con experiencias de vida en calle”. Y que hay un equipo de 30 profesionales que ahora mismo están abordándolos en las avenidas Patria, Naciones Unidas, en el sur y en el norte, en todas partes. Les explican la situación que está enfrentando el país y por qué deberían estar en sus casas (porque no todos son ‘sin techo’). Además, les entregan kits de alimentos, que duran tres días.

Personas indigentes no tienen cómo protegerse del covid-19

Desde el martes hasta ayer miércoles, 60 personas habían sido abordadas por los equipos del Patronato San José, confirmó Cevallos. El objetivo: la reducción de riesgo. Sí hay alguien que se preocupa por ellos en esta emergencia sanitaria, pero… ¿hace falta más? Actualmente existen seis centros en funcionamiento que tienen modalidad de residencia. Los de atención diaria no.

Con la suerte de Luis Olmedo no corren todos. En los pasajes Venezuela y Río Frío estaba Isaac Ipiales. Dormía cuando el equipo de este Diario se acercó y le ofreció un pan con jugo. Como si hubiese resucitado, despegó la cabeza de la pared, se desperezó, acomodó sus nalgas sobre el duro pavimento y dijo: “No tengo casa porque estoy en un proyecto”. ¿Cuál? No contestó. Se llenó la boca y, sin mascarilla ni guantes ni gel ni alcohol ni nada, se quedó allí, solo, a la intemperie y con el riesgo de contraer el mortal COVID-19.

(Extra)

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