Los inicios de la vida laboral se pone mucho más compleja en tiempos de recesión

Los salarios pueden mantenerse bajos durante años e incidir en ingresos familiares deficientes, e incluso en enfermedades físicas y mentales.

Cada año, alrededor de 250 mil jóvenes dan sus primeros pasos en el mercado laboral, pero la recesión -provocada por la Covid-19- hará más difícil el comienzo de su carrera profesional.

Según un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI), con el aporte de expertos universitarios estadounidenses, luego de sortear el desafío de conseguir empleo formal durante una crisis como la actual, se presentan problemas y riesgos crecientes como ganar menos dinero durante décadas, cometer más delitos, tener una vida familiar menos gratificante y, quizás, inclusive morir más tempranamente.

Retroceso

Así, en base a lo ocurrido en otras recesiones y las perspectivas de una lenta recuperación económica, se estima que las personas que consigan una oportunidad de trabajo actualmente tengan ingresos más bajos durante 10 – 15 años, en comparación a los que se emplearon antes.

Según información del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC), el salario promedio en el mercado laboral ecuatoriano era de $550 mensuales hasta diciembre 2019; sin embargo, ese promedio se habría reducido a $500, debido al aumento de la informalidad y la reducción de las jornadas.

Adriana Morales contó que logró conseguir un puesto de asistente contable en una empresa comercializadora; pero el sueldo es alrededor de $150 menos que el que gana una de sus primas que, con un puesto similar, está activa laboralmente desde hace un año.

Menor calidad de vida

Salarios más bajos se traducen en menores ingresos familiares, tasas más bajas de vivienda propia y, para quienes se incorporan al mercado laboral con menores cualificaciones, mayores tasas de pobreza.

Esto, según los investigadores, también se refleja en la búsqueda de pareja: es más probable que quienes ingresan al mercado laboral en una recesión se unan a alguien que experimenta reducciones similares de los ingresos a causa de la recesión.

Este cóctel de circunstancias hace que se incrementen los problemas de baja autoestima, mayor inclinación a la bebida y tasas de obesidad más altas. “Si estos efectos sociales y de salud repercuten en la productividad laboral, el impacto en los resultados económicos también podría volver a aparecer a largo plazo”, dice el estudio.

 

¿Qué hacer?

Kristalina Georgieva, directora del FMI, ha dicho que se debe invertir en materializar el pleno potencial de los nuevos trabajadores. “Hay un enorme margen para el reciclaje profesional y el desarrollo de nuevas aptitudes, sobre todo para los trabajos que debemos hacer para salvar el planeta. Pensemos simplemente en la reforestación y la conservación del medio ambiente, así como el reacondicionamiento de edificios para un uso energético más eficiente”, aseveró.

También se debe trabajar para aumentar la inclusión financiera y el acceso al crédito, tomando en cuenta que en países como Ecuador alrededor de la mitad de la población adulta no tiene ni siquiera una cuenta bancaria.

Romina Vallejo, psicóloga y terapeuta, recalcó que hay que informar a los trabajadores jóvenes sobre la situación que enfrentan. “Saber que sus problemas probablemente no reflejan una falta de competencias ni un fracaso personal puede motivar a quienes tienen empleos menos productivos a seguir buscando oportunidades y buscar empleos mejores a medida que la economía se recupere”, concluyó.

Soluciones a corto y largo plazo

A corto plazo: la asistencia en la búsqueda de empleo, incentivos para el empleo a tiempo parcial y subsidios al pago de salarios de los nuevos trabajadores contratados.

A mediano plazo: las políticas de asistencia social y apoyo deben tener en cuenta los impactos duraderos, en especial para los trabajadores con menor nivel educativo.

Menos esperanza de vida

Las tasas de mortalidad de quienes ingresan al mercado laboral en una recesión, comienzan a aumentar a partir de los 40 años. Ese aumento se traduce en 1 a 1,5 años menos de esperanza de vida. Los efectos a largo plazo sobre la mortalidad están principalmente motivados por causas relacionadas con enfermedades como cardiopatías, dolencias hepáticas y cáncer de pulmón, que pueden tener una correlación directa a formas de vida poco saludable y al estrés. (La Hora)

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