Mujer comía croquetas de perros para sobrevivir

Cerca de la puerta de su casa está un altar con flores e imágenes religiosas. A un lado, dos cajas: una con los huesos de su esposo y la otra con las cenizas de su único hijo.

Adriana Terán tiene 60 años y hasta ahora ha respetado las restricciones de movilidad y uso de espacio público, desde que se decretó la emergencia sanitaria. Tampoco ha tenido la posibilidad de trabajar cuidando carros en El Quinche.

Camina con dificultad apoyada en dos muletas, pues tiene una lesión en la rodilla derecha tras sufrir una caída hace dos meses. Eso ha minado sus fuerzas y sobre todo la falta de alimentación. Los pocos víveres que tenía se han terminado.

Suelta algunas lágrimas al contar que incluso ha tenido que alimentarse con las croquetas de Kira y Sofía, sus mascotas que la acompañan día y noche en el encierro.

¡Del hambre comió croquetas de perro!
Kira y Sofía son sus mascotas que la acompañan.

No son de consumo humano, por lo que le han causado daño estomacal. “También ya se va acabando la comida de mis amores y no sé qué hacer”, lamenta Adriana.

Los huesos de su marido la acompañan, en 1998 quedó viuda. Él murió en un accidente de tránsito. Hace dos años también falleció su hijo José, con una enfermedad terminal. Desde entonces no ha habido quién la ayude económicamente y tuvo que dedicarse a cuidar carros.

La pandemia de COVID-19 aumentó la precariedad de la vida de esta mujer, quien no puede contener el llanto al sentirse sola y sin poder salir ni a la tienda a comprar alimentos. Está dentro de la población vulnerable y está consciente de que el contagio para ella puede ser mortal.

“Me queda poquita harina, con la que puedo hacer unos pancitos”, explica.

Por ahora solo puede caminar por los cuartos de casa arrendada hacia el patio, al menos para tomar el sol con Kira y Sofía.

“Ellas son las que están junto a mí y saben de mi sufrimiento. Intentan calmar el dolor de mi rodilla pasando unas cuantas lamidas y parece que funciona”, comenta.

No deja de pensar en su hijo y en lo bueno que era con ella hasta el final. “Él me trataba como a una reina y se me fue, siempre estará en mi mente”, concluye.

Un sujeto la llamó con malas intenciones

Adriana está asustada porque un individuo la llamó por teléfono para ofrecerle ayuda, pero cuando escuchó decir que solo lo haría si accede a sus intenciones, se quedó ‘helada’, no lo podía creer. “Cómo es posible que este señor quiera relaciones íntimas a cambio de querer ayudarme, Dios mío, cómo puede haber gente así”, manifestó la mujer.

Si usted desea ayudar a Adriana Terán, quien vive por el sector de Chimbacalle, sur de Quito, puede comunicarse al 313-2058. Necesita productos de primera necesidad, víveres, verduras, así como las croquetas para sus fieles compañeras Kira y Sofía.

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