Tomado de Ecuavisa.- La alcaldesa de San Vicente (Manabí), Brigitte García, fue asesinada a tiros la madrugada del 24 de marzo pasado, en pleno estado de excepción, mientras se movilizaba en un vehículo junto a su director de Comunicación, Jairo Loor, a la altura de Playa Napo.
Ese mismo día llegó al país John Lee Anderson, un connotado periodista estadounidense, de 67 años, especializado en temas latinoamericanos y guerras. Lo hizo para seguir de cerca al presidente de la República, Daniel Noboa Azín, durante varias semanas y publicar una crónica titulada ‘La arriesgada guerra de Ecuador contra los narcos’, en el periódico New Yorker, este lunes 17 de junio de 2024.
Desde que pisó territorio nacional, el reportero norteamericano se topó con la más cruda realidad de violencia por la que atraviesa el Ecuador y hace una reseña de hechos noticiosos que acontecieron en el país durante su estadía. Los mezcla con las actividades cotidianas del Primer Mandatario y también menciona a su esposa, la famosa influencer Lavinia Valbonesi Acosta, de 26 años.
Cuenta que, previo a su asesinato, García tenía previsto reunirse con el jefe de Estado. «Sugirió que los narcos la habían matado porque iba a compartir información comprometedora sobre ellos», cuenta el periodista en su publicación. El mandatario también quedó perplejo, junto a su equipo de colaboradores, tras el secuestro de cinco personas en un hotel en un pueblo costero cerca de Manta, cuyos cuerpos fueron hallados más tarde al costado de una carretera.
Las víctimas parecían ajenas al tráfico. Ante eso, Noboa y sus asesores estaban desconcertados, hasta que surgió la teoría de que se trataba de un caso de confusión de identidad, en el que una banda de narcotraficantes creía que los visitantes pertenecían a un grupo rival, señala Anderson en su crónica. De igual forma, menciona otros hechos relevantes como la gran cantidad de agentes de seguridad que protegen a Noboa y cómo se ejecutan los operativos de seguridad.
Su situación de seguridad es delicada. Anderson lo notó cuando lo saludó a Noboa y preguntó cómo estaba. “Sobrevivir”, dijo. Una semana antes, explicó el mandatario, una docena de sicarios fueron interceptados cruzando la frontera desde Colombia, aparentemente enviados por narcotraficantes para matarlo. Cuatro de los posibles asesinos habían muerto en un tiroteo con las fuerzas de seguridad ecuatorianas. El resto estaba detenido, pero presumiblemente había otros por ahí. Ahora que era presidente, dijo con una risa arrepentida, nunca volvería a estar fuera de peligro.
Su opinión sobre otros mandatarios
Mucho se ha hablado de que Noboa busca aplicar en Ecuador un modelo de seguridad al estilo del presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Sin embargo, contrario a ese punto de vista, el presidente ecuatoriano definió su par salvadoreño como arrogante y solo busca controlar el poder para sí mismo y hacer rica a su familia. Había un puñado de familias que poseían todo en El Salvador, dijo, “y ahora están los Bukeles”. Observé que Bukele se había referido a sí mismo como “el dictador más genial del mundo”. Noboa sonrió y dijo: “Sí, en un país del tamaño de Guayas”, una provincia mediana de Ecuador.
Distinguió su campaña de seguridad de la de Bukele, quien había impuesto medidas autoritarias anulando las instituciones de su país. “Lo que hice fue enteramente democrático”, dijo Noboa. “Le pregunté al poder legislativo y al poder judicial cuando declaré mi guerra. Tuve el respaldo de los tres poderes para hacerlo”.
Contrario a ello, Noboa sorprende al afirmar que se siente más alineado con Lula, presidente del Brasil, quien es considerado desde hace mucho tiempo un emblema de la izquierda. Pero, dijo que había conocido a Lula quince años antes, en una “cumbre de líderes empresariales de padre e hijo” organizada por el magnate mexicano de las comunicaciones, Carlos Slim. Lula lo impresionó con su astucia política y capacidad para impulsar una agenda.
¿Una prisión en La Antártida?
En medio del reportaje, mientras volaban de regreso a Quito después de una visita a una prisión en Cuenca, en donde las autoridades habían descubierto un túnel secreto cavado por los privados de la libertad, Noboa se preguntó si sería posible construir una cárcel en un territorio al que Ecuador tiene acceso legal en la Antártida.
«Tenemos una porción, así que ¿por qué no?», dijo con una sonrisa maliciosa. «Una prisión para solo cien tipos». Un asistente le respondió: «Señor Presidente, no es una mala idea, pero creo que las naciones antárticas están sujetas a un tratado y su presencia allí se limita a la investigación científica y cosas similares”, dijo. “Pero investigaré”.
Noboa planteó otra posibilidad. Si la Antártida resultaba demasiado complicada, ¿podría proteger a los fiscales y jueces que enfrentaban amenazas trasladándolos a embajadas ecuatorianas en el extranjero? ¿Podrían juzgar y sentenciar legalmente a los criminales desde allí? Pareciendo dudoso, el asistente prometió investigar eso también.
Debilitar a Correa
En el reportaje se admite que su principal rival en las elecciones, del año pasado, era Luisa González, del correísmo, y en general se entendió que si ella ganaba facilitaría su regreso al poder. Cuando se celebren las próximas elecciones, en febrero de 2025, Noboa tendrá que enfrentarse a otro candidato elegido por Correa. Para sobrevivir políticamente, debe debilitar la influencia de Correa, y su estrategia es claramente culparlo por la narcopolítica que ha consumido a Ecuador.
El presidente argumentó que Correa había iniciado el problema en 2009, tras la salida de una base militar estadounidense de Manta. Los estadounidenses habían utilizado la base para lanzar vuelos de vigilancia y bloquear cargamentos de droga, pero Correa insistió en que su presencia violaba la soberanía ecuatoriana.
También hizo referencia a la crisis diplomática con México tras la irrupción en la Embajada de ese país, en Quito, para apresar al exvicepresidene del correísmo, Jorge Glas. Este hecho fue duramente criticado por la comunidad internacional, pero Noboa vio un complot: Correa y sus aliados estaban tratando de posicionarlo como un extremista de derecha. «Necesitan mostrarme como un neonazi, porque les he estado quitando a sus votantes más moderados», dijo. «Quieren ponerme en esa casilla porque es difícil pelear conmigo cuando estoy en el centro».
Anderson también hace referencia que Noboa pasa conectado a su teléfono gran parte de su tiempo. Añadió que su esposa, Lavinia Valbonesi, era profundamente adicta. «Si escondes su teléfono durante dos horas, se desplomará», dijo. (De hecho, se unió a nosotros en un viaje posterior y apenas levantó la vista de la pantalla).
Antes de convertirse en Primera Dama, ella fue influencer en redes sociales, modelo y propietaria de un restaurante de comida saludable. Cuando el periodista norteamericano le preguntó cómo se había adaptado a la política, Valbonesi sonrió y dijo que nunca esperó esta vida. De todos modos, ella era solo una madre, mientras que “Daniel tiene todo el trabajo duro que hacer”. Con una mirada de adoración, dijo: “Estoy muy orgullosa de él. Está salvando a nuestro país”.