En una investigación del Consulado General de EEUU publicado en “El Comercio ecuatoriano” de agosto de 1915 ya habla de la importancia de la explotación y exportación de las maderas, que de manera natural se producen en los bosques del Ecuador en los diferentes pisos climáticos, y muestra una extensa e importante lista de maderas muchos de cuyos nombres ya extintos por la sobrexplotación de los bosques.
Cabe recordar que la dura labor de corte y transportación de las maderas finas de la costa del Ecuador, desde tiempos de la colonia se las debemos a los afros y montubios quienes con machete en mano para desbrozar, escopeta para cacería de sus alimentos, sal para conservar la carne, cigarros para ahuyentar los insectos y momentos de tertulia, se abrieron paso en las selvas boscosas para “tumbar” la preciosa madera y luego de despejar los bosques sembrar cacao y arroz. Llegaba el preciado corte a ciudades como Manta y Guayaquil, formando grandes balsas transportadas por los ríos, para ser comercializada a catalanes, italianos o alemanes llegados por el atractivo comercio y exportación maderera.
Luego los grandes incendios de Guayaquil como el de octubre de 1896, la construcción del ferrocarril a partir del año 1897, demandó gran cantidad de madera para reconstruir los edificios de madera y para los durmientes de las rieles, ocasionando desde aquellos años una peligrosa deforestación de los bosques.
Conversaba con mi amigo y tocayo Pablo Noboa, quien durante su gestión como funcionario público, logro elevar a Ley del Estado la forestación y reforestación acompañado con atractivos planes de producción y explotación forestal, analizábamos las cifras oficiales del banco Central del Ecuador, en un lapso de diez años, donde demuestran la importancia de esta actividad agropecuaria y el desarrollo como producto exportable, al año 2005 doscientas quince mil TM (215.000 TM) aumentando gradualmente hasta el año 2015 a trescientas ochenta y seis mil TM (386.000 TM).
Elegí la madera de roble, por cumplir con mis requerimientos para mi mesa, donde la familia se reúna a compartir la provisión, donde mis padres bendigan mi simiente, donde mis hijos sueñen y proyecten sus planes, donde mis amigos, hermanos de la vida, rían y bromeen, que sea la mesa territorio neutral donde sentir paz.