Ciudades extremas entre frío y calor

Las ciudades más extrañas del mundo son probablemente las que surgen en sitios en los que parece que no es posible vivir. Lugares que desafían las temperaturas más frías y las más asfixiantes; a altitudes en las que es difícil respirar o a profundidades que parecen propias de un ultramundo; poblaciones que se instalan por razones extrañas aisladas de cualquier rincón civilizado del mundo. Ciudades, en definitiva, que ponen a prueba a los seres humanos y su capacidad de convivencia y supervivencia.

En las clasificaciones de las ciudades más frías del mundo figura siempre Yakutsk, un lugar envuelto en cierto misterio. No solo por su extrema temperatura (en invierno se alcanzan hasta -40ºC) sino también por su lejanía, en medio de la amplia y desolada Siberia, y por su historia, ligada a exilios y destierros forzosos.

Está situada a unos 450 kilómetros del Círculo Polar Ártico y no solo es la ciudad más helada del mundo en invierno, sino también una de las más extremas, ya que en el breve verano las temperaturas pueden superar los 29ºC. No pasan muchos visitantes extranjeros por aquí, a pesar de que es un importante centro cultural, científico y económico, con 17 museos, algunos bastante interesantes.

En la misma República de Sajá (la división territorial más extensa del mundo) encontramos otro récord muy relacionado con el anterior: la mayor variación de temperaturas, según el libro Guinness, registrada en Verjoyansk: de -69,8 ºC a 37 ºC en verano, una oscilación de 106,8 grados. No es un lugar de trasiego turístico, claro: está a 675 kilómetros de Yakutsk y su origen fue un asentamiento cosaco que siempre ha servido para recibir a exiliados políticos. Tiene unos 1.300 habitantes de los que el 75% son yakutos (el resto son rusos) que viven, sobre todo, de la cría de ganado, caballos, renos y del negocio de pieles.

Para encontrar la ciudad más caliente del mundo hay que viajar justo hasta el otro lado del planeta, concretamente al Estado mexicano de Sonora. Allí se encuentra San Luis Río Colorado, de unos 250.000 habitantes, sobre una meseta que funciona como un pequeño asador, entre la zona del desierto de Altar y el Estado de Baja California. Ha llegado a registrar 59,5ºC en sus termómetros. Y más allá de experimentar el calor extremo hay motivos para visitarla. Por ejemplo, recorrer El Pinacate, territorio declarado reserva de la biosfera, así como el Alto Golfo de California y el delta del río Colorado, reservas declaradas patrimonio mundial. Despliegan paisajes extraños ante el viajero: dunas, cráteres volcánicos y lavas derramadas, que albergan un 40% de la fauna y la flora desértica. El contraste lo ofrece el golfo de Santa Clara, en el mar de Cortés, un tranquilo municipio que cada año visitan miles de turistas, principalmente norteamericanos. Los primeros europeos que pasaron por allí, en el siglo XVI, eran españoles; más tarde lo hicieron misioneros jesuitas y franciscanos, pero la ciudad de San Luis nació muchos años después, en 1907, como una colonia agrícola militar.

Las altas temperaturas no han sido un obstáculo para la creación de grandes ciudades. Hay muchísimas urbes que sufren calores extremos, algunas de ellas históricas, como La Meca, Marrakech, Las Vegas o la etíope Dallol. O las nuevas capitales de los países del Golfo, como la ciudad de Kuwait, cuya temperatura media es de 46,9 grados, o la ciudad portuaria de Jizan, en la costa del mar Rojo, en la que viven casi dos millones de habitantes.

 

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