Cuando el verde y blanco estaba en esa masa colorada llamada corazón

Homero Wilmer Mendoza Cevallos recorre la ciudad y en cada lugar hay alguien que lo reconoce y lo saluda.
Los que no son conocidos o amigos, pero recuerdan sus goles, su amor por la camiseta de Liga de Portoviejo, simplemente lo miran con admiración y como una de las figuras emblemáticas del ídolo de Manabí.
La entrevista se desarrolla en el parque Las Vegas, y de pronto irrumpe en el lugar Miguel Parrales Cantos, también exintegrante del equipo universitario.
Las bromas van y vienen y Miguel le repite “doctor” esto, “doctor” lo otro. Nos mata la intriga el calificativo de “doctor” y le preguntamos.
Cuenta que es porque fue líder en todo sentido, en las buenas y en las malas, en la cancha y fuera de ella.
Sostiene que siempre luchó para que se respete al futbolista no solo como deportistas sino también como ser humano, trabajador y padre de familia.
Reseña que durante toda su carrera deportiva pidió el mismo trato para todos, eso que en los últimos años no ha existido. «Si le pagaban a uno, tenía que ser a todos, no podía existir desigualdad porque si sucede aquello se resquebraja el grupo», sentencia con su frontalidad característica.
Quienes lo conocen más íntimamente, comentan que Homero no se andaba por las ramas y por eso también era líder cuando alguien de otro sector del país quería pasársela de vivo y con su actitud perjudicaba al equipo de la ciudad en la nació hace 64 años.
SUS INICIOS
Eran finales de los años 60 y Homero Wilmer jugaba a la pelota con sus amigos de barriada en la parroquia urbana Andrés de Vera, entre ellos Ramón Márquez.
Entre piedras y en ocasiones barro, corría tras la redonda sin pensar que en un futuro no muy lejano se convertiría en uno de los mejores futbolistas que han vestido la verde y blanco.
En los años 70, ya un adolescente, comenzó a despuntar al punto de que teniendo apenas 16 años y jugando para Liga Juvenil y el Colegio Olmedo, fue llamado a la Selección Nacional de Mayores.
Dice que fue un hecho inédito que siendo amateur, el entrenador Juan José D’Amico lo llame a que forme parte de uno de esos procesos selectivos que acostumbran los argentinos y por eso siempre están arriba en el mundo futbolístico.
La idea era que ya a esa edad comience a vivir lo que siente un futbolista cuando se enfrenta a elementos físicamente superiores.
Sostiene que para la edad era corporalmente desarrollado y tenía un remate potente que llamó la atención del entrenador rioplatense.
El ascenso vertiginoso fue tal que a los 17 años debutó en el fútbol profesional ante el club 9 de Octubre, en la ciudad de Guayaquil.
14 AÑOS EN LIGA
En el equipo manabita jugó 14 temporadas, y en todos los años hizo goles, muchos de ellos de remates desde fuera del área aprovechando su gran pegada.
También hizo varios de golpe de cabeza y uno de esos a Eduardo “Ñato” García, quien defendía la camiseta del Club Sport Emelec. Recuerda que el golero uruguayo al final del partido desarrollado en el estadio Reales Tamarindos le dijo: “Me hiciste un golazo pibe”.
“Siempre hice entre 8 y 15 goles por temporada siendo volante mixto. La vez que anoté 15 goles me regalaron 15.000 sucres”, relata.SELECCIONADO NACIONAL
Los mejores años de su carrera fueron entre 1982 y 1983 y por eso fue convocado a la Selección Nacional para un Torneo Preolímpico.
Cuenta que el titular era el esmeraldeño Galo “Mafalda” Vásquez, pero en un partido jugado en Loja, ante su similar de Chile, el petiso volante se lesionó a los 5 minutos. Esa oportunidad le abrió las puertas para quedarse en la Selección y jugar el Preolímpico, destaca.
El portovejense vuelve a recordar esos dos años y se le viene a la memoria Mariano Mendoza Loor, aquel dirigente que convirtió a Liga en uno de los equipos fuertes del país.
Reseña que se pagaba puntual y además los premios por encuentros ganados fuera de casa eran jugosos. “Cuando eran partidos bravos, Mariano Mendoza nos ofrecía más de lo que acostumbraba y eso también era un incentivo para ir a ganar, además teníamos grandes jugadores”, destaca.

ATRÁS, EN EL TIEMPO
De pronto el diálogo retrocede en el tiempo y rememora la vez que pudo jugar en Liga de Quito, antes de debutar en primera división en Portoviejo.
La intención era estudiar medicina en la Universidad Central, además se había dado un desacuerdo con la dirigencia en Portoviejo.
Cuando ya parecía que se quedaba en la capital, su papá, el hombre que le transmitía temple para que sea un tipo disciplinado, lo llamó por teléfono para decirle que se regrese porque ya había llegado a un acuerdo con la dirigencia de Liga de Portoviejo.
“Mi papá era de carácter fuerte y siempre decía que había que dejar sentado un nombre en la vida”.
Homero señala que siempre hubo interés por equipos de otros sectores del país pero las negociaciones siempre quedaban interrumpidas a último momento. Apunta la vez que empeñaron su pase a Barcelona y que está reseñada en una de las gráficas que acompañan a la nota periodística.
Señala que alguna vez fue a Ambato para enrolarse en Técnico Universitario pero ya en la capital tungurahuense se dio un mal entendido con un dirigente y regresó para seguir en el equipo de sus amores.

NACE Y SE HACE
Cuando le preguntamos si un futbolista nace o se hace, sentencia que las dos cosas y para esto menciona a Diego Armando Maradona.
Dice que el argentino estuvo en su mejor forma deportiva cuando se cuidó y se preparó como el fenómeno que era. “El mejor momento de su carrera fue en México 86 porque estuvo concentrado, entrenando sin parar y allí exhibió todo su talento y capacidad individual”, subraya.
“Además, hay algo que es innegable”, destaca.
“Los futbolistas que dieron sus primeros pasos en cancha de tierra fueron los más destacados, porque se adaptaron a la dificultad de dominar una pelota en medio de huecos, piedras y desniveles. El futbolista de potrero siempre está un paso adelante del resto», comenta.
Reseña que él tenía fuerza en sus piernas, talla, dominio de la pelota, juego aéreo, potente remate y sobre todo amor por la camiseta.
Por los colores blanco y verde se peleó con varios y por eso lamenta el descenso de Liga en este año.

SU PASIÓN POR EL FÚTBOL
Homero aún sigue ingresando a la cancha para continuar disfrutando su pasión por el fútbol, deporte que le hizo reconocido en su provincia y en el país.
Señala que en esos años de gloria deportiva venían a ver jugar a Liga de todos los rincones de la provincia.
Incluso hay historias de hinchas que superando cientos de dificultades en sus comunidades, salían a caballo hasta los centros poblados a tomar una ranchera y así llegar a tiempo a los partidos en el viejo Reales Tamarindos.
Por esas personas los jugadores saltaban a la cancha a morir, y cuando perdían había vergüenza, tristeza por la derrota, subraya.
Por eso no le extraña cuando una persona mayor de 45 años lo saluda en las calles de su ciudad.
Y si ese ciudadano va con un joven o un niño, ha notado, dice Homero, que lo señala y le dice algo a su acompañante.
Sostiene que ese reconocimiento vale más que cualquier cosa y se llena de orgullo de haber contribuido a que Liga de Portoviejo sea nombrada en todo el país.

EL EXTRANJERO
El excentrocampista recuerda con un especial afecto a Mariano Biondi.
Apunta que el argentino además de ser un crack en la cancha, era un gran ser humano.
Recuerda que Mariano alguna vez dejó de cobrar su mensualidad para que el resto pueda hacerlo.
“Mariano (Biondi) fue un jugador brillante en la cancha y una persona de un gran corazón, es el mejor extranjero que vistió la camiseta de Liga”, afirma.
Uno de los momentos imborrables de su compañero en la mitad de la cancha fue cuando le hizo dos túneles (pasarle la pelota en medio de las piernas) a Tulio Quinteros, en un partido amistoso entre Liga de Portoviejo y la Selección del Ecuador. “Ese Tulio lo quería matar”, relata.

EL MANABITA
Y no podíamos dejar de preguntar cuál ha sido el mejor jugador manabita con el que jugó.
Sin pensarlo casi nada, nombra a Ramón Márquez, también nativo de Andrés de Vera.
Sostiene que es Ramón porque a pesar de no ser grande de estatura hacía goles de cabeza. “Era vivo, rapidísimo, además fue letal en el fútbol a ras de piso y un definidor en el área”, afirma.

UN ENTRENADOR
Hugo Pita, el famoso «Cacique» de la zaga en los años 70, fue para Liga un símbolo en la cancha y en el banco de suplentes cuando se dedicó a la dirección técnica.
En el verde césped era pura entrega, garra y valentía. En el banco fue vital en muchas ocasiones cuando era llamado para que se hiciera cargo de la dirección técnica en los momentos más críticos del equipo.
Homero asevera que ese amor por los colores del equipo de la provincia era lo que más insistía en sus charlas.
«Eso contagia, básicamente porque la mayoría de los jugadores éramos manabitas».

PERSONAL
Homero Mendoza se jubiló del magisterio tras 34 años de actividad como docente en el Colegio Nacional Olmedo, donde también fue entrenador de las selecciones del plantel.
Tiene 8 hijos, dos varones y 6 mujeres.
Entre los herederos hay profesionales en las ramas de la medicina, jurisprudencia, ciencia de la educación e ingeniería

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*