Piezas de la cultura Jama-Coaque de Manabí son restauradas en Quito

Antes del terremoto del 16 de abril del 2016, la imagen de una pieza prehispánica perteneciente a la cultura Jama- Coaque, en la que se veía un pelícano unido a un vaso (herencia de la cultura Chorrera), daba la bienvenida a las personas que visitan el Museo Arqueológico de Jama.

Durante los 52 segundos que duró el sismo que sacudió a Manabí, las 246 piezas que forman parte de la colección de este museo, incluida la del pelícano, salieron disparadas de las estanterías y terminaron destruidas en el piso.

La semana pasada, la pieza del pelícano, una de las más llamativas de la colección por su gama de colores, que va del turquesa al rojo y por su estética depurada, estaba siendo restaurada en El Obrador, un pequeño taller de Guápulo (Quito) ubicado a 333 kilómetros de Jama.

Las piezas del Museo Arqueológico de Jama están en El Obrador desde noviembre, porque su restauración es parte del trabajo contemplado en el Proyecto para el Rescate de la Colección del Museo Arqueológico de Jama- Manabí que, el año pasado, ganó el Fondo del Embajador para la Prevención Cultural 2017 entregado por los Estados Unidos.

La restauradora Sylvia Ortiz, mentalizadora de este proyecto, explica que a la restauración integral de todas las piezas se sumará la creación de un inventario, el montaje de una reserva y de una pequeña muestra en el nuevo espacio que está construyendo el Municipio de esta localidad.

Las 246 piezas que están en El Obrador fueron elaboradas en cerámica por los pobladores de la cultura Jama-Coaque. Entre ellas hay utensilios que utilizaban en su vida diaria, hasta representaciones de distintos tamaños de guerreros, balseros y divinidades. A criterio de Andrés Gutiérrez, especialista en la cultura Jama-Coaque, esta fue una cultura prehispánica poblada de grandes artistas cerámicos.

“Lo representaban todo en cerámica -dice- y con una expresividad que no es frecuente en el arte prehispánico en cerámica. Los detalles como adornos, gestos o posiciones de las manos están reflejados en la cerámica para señalar aspectos concretos de la persona, su rango o lo que está haciendo en ese momento”.

En sus representaciones los artesanos de la cultura Jama- Coaque incluían una gran cantidad de accesorios como orejeras y narigueras y bezotes (adorno sublabial).

En la vida real, estos accesorios servían para saber quién era una persona, si tenía un rol masculino o femenino, si estaba casada o no, si tenía hijos, su rango o, sus hazañas, en caso de que fuera guerrero o cazador.

Gutiérrez explica que el bezote trapezoidal lo utilizaban solo los sacerdotes y algunas sacerdotisas. Los guerreros vestían todos de forma muy parecida: orejeras de disco repujadas, tocados de pluma, poncho corto y taparrabos”.

Para gestionar este proyecto, que fue presentado por el Instituto Benjamín Carrión, el proyecto cuenta con USD 74 000.

Ortiz explica que la restauración de las piezas estará lista hasta mediados de año y que, luego de finalizado el trabajo, serán transportadas de regreso a Jama.

La restauración de esta colección ya ha activado el debate sobre lo que pasa con el resto de colecciones de museos que hay en Manabí.

Alexandra Kennedy, historiadora del arte y columnista, se preguntó en su artículo publicado el jueves 1 de febrero sobre la situación de estos repositorios de la memoria.

Fabián Saltos, responsable del Museo de Manta, afirma que la afectación de las colecciones de este museo y las del museo de Portoviejo y Bahía de Caráquez “fue mínima y que las piezas ya han sido restauradas”.

Cuando termine el trabajo en El Obrador, la pieza del pelícano no regresará al museo como aparece en la fotografía que estaba en la entrada.

Ortiz sostiene que es importante que la gente recuerde que estas piezas también sobrevivieron a un devastador terremoto. (Tomado de El Comercio)


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