Cristo del Consuelo es el nuevo hogar de 12 familias. Así se llama la urbanización, que se construyó en el cantón manabita de Sucre, para los damnificados por el terremoto del 16 de abril del 2016.
Las 12 familias vivieron desde el día del sismo en el albergue La Montúfar, en Bahía de Caráquez. Eran carpas azules y cuando estas se destruyeron hicieron covachas con estructuras de hierro y hojas de zinc. Compartían el baño e hicieron un comedor comunitario, que ahora recuerdan con nostalgia porque ahí afianzaron los lazos de fraternidad al preparar los alimentos para más de 30 personas, festejar cumpleaños y hacer reuniones para tener una buena convivencia. Esa camaradería hizo que se convirtieran en una sola familia.
“El dolor nos unió”, afirmó Aracely Montes, coordinadora del albergue. Desde el sábado anterior, esas 12 familias obtuvieron una casa con dos dormitorios, sala, comedor y un baño en Cristo del Consuelo. En ese plan habitacional ya vivían 204 familias damnificadas y que estuvieron en refugios en las zonas altas de Bahía de Caráquez, San Roque, Pedro Fermín Cevallos, María Auxiliadora, Bellavista, La Cruz y Equitativa.
Según el Ministerio de Inclusión Económica y Social, de los 150 refugios que se instalaron en Manabí solo faltaba por cerrar La Montúfar, en Bahía. El alcalde de Sucre, Manuel Gilces, señaló que ese albergue se formó con 35 familias. Pero el año pasado, 10 fueron ubicadas en la primera etapa de Cristo del Consuelo y Acuarela II. Otras 13 familias recibieron el bono de reparación o de construcción de casas en terrenos propios.
El resto debió esperar hasta que se construyera la segunda etapa de Cristo del Consuelo. Montes recuerda el vía crucis. Cada semana iban a las instituciones públicas para pedir información sobre las casas. “Nos decían que pronto nos ayudarían, pero pasaban los meses y no teníamos casa”. Hace un mes aproximadamente recibieron la visita del ministro de Vivienda, Xavier Torres. Las familias le hicieron recorrer el refugio y él se comprometió a agilizar la entrega de las casas. A las dos semanas, les confirmaron la entrega definitiva.
Una de las preocupaciones de las familias era si las iban a separar. Por eso, cada noche rezaban para permanecer juntos. Ese anhelo se cumplió en Cristo del Consuelo. Ahí viven en cuatro bloques, de cuatro casas cada uno. Para María Garcés, de 80 años, esa vivienda es un palacio. “Es pequeña, pero acogedora. Afuera hay jardines. Todo es bonito, aun más cuando se vive en un albergue”.
Los vecinos de las casas aledañas al refugio y familiares de Garcés le regalaron un juego de comedor y enseres de cocina para su nuevo hogar y el de su hijo, de 40 años.
Garcés no tiene nietos, pero los 18 niños del albergue la llaman ‘abuelita’. Ella jugaba con ellos y les enseñaba canciones para entretenerlos. “Todos son mi familia y aunque ya no vivamos juntos, siempre vienen a ver cómo estoy”.
Los vecinos se turnan para ayudar a la ‘abuelita’ en los quehaceres del hogar. O para cuidar a los niños, como lo hacían en La Montúfar. Karen Andrade reconoció que ha sido difícil acostumbrarse a la nueva casa debido que desde el terremoto no habían vivido en estructuras fijas, de hormigón armado.
En las noches aún les persigue el miedo de que haya un nuevo sismo y que las paredes se desmoronen como en abril de hace dos años, pese a que en las reuniones con los técnicos del Miduvi les explicaron que las casas son sismorresistentes. María Macías está contenta con su nueva casa.
“Había olvidado lo que era la privacidad y comodidad”. Ella solo se quedó con una cama de una plaza, tras la tragedia. Ahí dormía en el albergue con su esposo y dos hijos. Por la incomodidad, se turnaba con su esposo para dormir en una silla. Ahora ya compraron otro colchón, con un pequeño negocio que pusieron. Instalaron un horno para hacer pan de almidón de yuca y los vende en la zona comercial de Leonidas Plaza.
“Tengo mucha esperanza porque con una casita y un trabajo ya podemos sacar adelante a nuestros dos hijos”. Para Montes es un alivio tener casa para recibir a su hijo, de 20 años, cuando salga del hospital. Él fue diagnosticado con esquizofrenia, luego del terremoto. Vivir en el refugio agudizaba los síntomas y decidió internarlo. Su mayor sueño es llevarlo de vuelta. Además de estas 12 familias, 371 personas de Sucre han recibido el bono de vivienda nueva en lotes urbanizados el Estado. En total, en Manabí se han entregado 25 523 bonos de vivienda y se han invertido USD 261 millones, según el Miduvi. (El Comercio)